TODOS LOS SANTOS
Día de difuntos, más que visitas a los cementerios
Siguiendo la tradición miles de personas acudieron ayer a los cementerios a depositar flores en memoria de sus difuntos, una costumbre extendida en todo el mundo, aunque de mil formas.
GARA
La festividad de Todos los Santos dejó ayer en Euskal Herria una estampa que se repite cada año. La tradición de recordar y honrar a los que se fueron volvió a convertir los cementerios en lugares de cita obligada para las familias. Esos sobrios lugares de silencio y paz se transformaron en transitados centros salpicados de color, engalanados con todo tipo de adornos florales. Es, entre nosotros, la forma más extendida de guardar la memoria de los difuntos y de que sus seres más queridos les presenten sus respetos.
Sin embargo, las costumbres, por arraigadas que estén, tampoco escapan a nuevas influencias y más difícilmente a la crisis económica. Las ventas de flores siguen disparándose con ocasión de esta celebración, pero no lo hacen como antaño. Cada vez es más habitual encontrar sepulturas deterioradas por abandono o las que aparecen señaladas por impago. En algunas de las necrópolis de nuestro entorno, últimamente cada vez son más las que llevan una tarjeta en la que los servicios funerarios advierten a los responsables de la parcela funeraria de que deben ponerse al corriente en el pago de tasas. Salvo casos en los que la familia por distintas circunstancias ha desaparecido o se ha trasladado a otro lugar de residencia abandonando los restos, en muchos casos ocurre que la situación económica actual dista mucho de la que años atrás propició una construcción funeraria cuyo mantenimiento representa ahora un coste inasumible para los herederos.
No obstante, nuestras costumbres a la hora de honrar a nuestros difuntos también están cambiando poco a poco en los últimos años. La irrupción de la incineración, por ejemplo, está acabando con los problemas de espacio que años atrás presentaban muchos cementerios de Euskal Herria y esa nueva práctica está llevando a otro tiempo y forma de recordar a los muertos.
Adelantándose a ese nuevo tiempo, en Arrigorriaga, por ejemplo, disponen de un nuevo cementerio que poco tiene que ver con los tradicionales, ni en estética ni en usos. Para empezar, es aconfesional y forma parte de un espacio natural emplazado entre el casco urbano de la localidad y Abusu, en el Parque de Landaederraga. De hecho, los senderos que conducen a la nueva necrópolis forman parte del propio parque, en el que no se encontrarán símbolos religiosos ni diferencias en los nichos. Todos ellos están excavados en las laderas del monte, forrados en el exterior con madera y dotados de una placa identificativa. En su espacio central, de moderna estética, el cristal y la madera sobresalen en un amplio recinto, preparado para despedidas religiosas y civiles, e incluso para el aventamiento de cenizas. Las visitas allí se producen durante todo el año, aunque sobresalgan estos días.
Otros prenden velas para recordar
Como en Euskal Herria, la tradición de visitar los cementerios y adornar las tumbas con flores llevó millones de personas a las necrópolis de todo el mundo. Se honra a los muertos de diversas maneras y éstas tienen que ver con el significado que cada sociedad da a la muerte. Las que son coincidentes son las fechas y al parecer este hecho tiene que ver con una antigua tradición celta que festejaba el final del periodo de cosechas y el inicio de un nuevo tiempo.
Cuentan que usaban máscaras y trajes para ahuyentar a los espíritus en una fiesta que ha dado lugar a la popular noche de Halloween, una celebración asentada en Estados Unidos y zonas de Canadá, Irlanda y Gran Bretaña, que está cobrando fuerza también aquí, producto de la cultura televisiva y cinematográfica, unida a las políticas comerciales, en especial de las grandes superficies.
El ojo incorpóreo
De todas las noches de Halloween, la de Nueva York es una de las de mayor proyección, en particular el desfile que se celebra la noche del 31 de octubre, que este año tenía como tema principal el «ojo incorpóreo». Los niños volvieron a ser los grandes protagonistas de esa fiesta, en la que disfrazados recorren sus respectivas barriadas puerta a puerta repitiendo la conocida frase «truco o trato», que les reporta grandes cantidades de golosinas. Los disfraces son el otro elemento que no puede faltar, mejor cuanto más tétricos y sangrientos
En otros países las celebraciones en torno al recuerdo de los difuntos son tan serias e íntimas como la nuestras y rodean también los cementerios en forma de ofrenda floral, aunque con elementos añadidos como el encendido de velas, propio del este de Europa y de lugares como Filipinas, por ejemplo.
La tradición se combina con la «modernidad» y ya no es extraño ver en cementerios grandes o muy visitados en el mundo coches eléctricos para recorrer el recinto, mapas interactivos para facilitar la visita y tecnología bluetooth para que los turistas puedan descargar información a sus móviles sobre tumbas de personas célebres o la historia del lugar.
Innovaciones que acercan más los camposantos a los vivos, unos lugares que, aunque algunos prefieran ni pensar en ellos, «no van a desaparecer nunca. Aparecerán otras formas como los columbarios en los campos de fútbol o en las criptas de las iglesias, pero los cementerios seguirán existiendo siempre».
En México recuerdan a sus difuntos en medio de una fiesta de colores y motivos alegres, porque en realidad ellos ensalzan la vida. Las celebraciones arrancaron ayer, «día de todos los santos», y se prolongarán a lo largo de la jornada de hoy, «Día de todos los muertos». Allí, las familias acuden a los cementerios por la noche para adornar las tumbas. Ultilizan, principalmente, una flor naranja de nombre xempazuchiti. En casa preparan un altar en honor a sus familiares fallecidos, en el que colocan fotos de sus seres queridos ausentes y alimentos y bebidas, en una especie de invitación al difunto para que vuelva a disfrutrar de los placeres que tuvieron en vida.
En estas fechas es también costumbre preparar «pan de muerto», un dulce hecho con levadura que las familias degustan durante la cena, o los cráneos de azúcar, que regalan a las amistades, con su nombre escrito en la frente.
Todas estas tradiciones tienen su origen en las antiguas culturas indígenas, que realizaban rituales dedicados a sus ancestros coincidiendo con estas fechas. En Perú, también creen que los muertos regresan a los altares que les esperan en casa con sus fotos, velas y flores. Las ofrendas se depositan a lo largo de la noche y recordar a los muertos es un motivo de reunión familiar, en la que en torno a un café charlan sobre recuerdos de su allegado.
En Guatemala también creen que las ánimas abandonan el cementerio para visitar el que fuera su hogar en vida. Por eso, en los altares colocan también fotografías del muerto, un vaso de agua, y flores, en especial una de color amarillo, que se conoce como la flor de muerto y florece en esta época. Familiares y amigos del fallecido celebran también banquetes para mantener viva su memoria.
Más tétrica resulta para nuestra cultura la tradición nicaragüense de honrar a sus difuntos pasando la noche con ellos. Sí, además de adornar las sepulturas, las visitan por la noche y se acuestan a su lado. GARA