Raimundo Fitero
Secuelas
Todo santo tiene su novena, y un debate televisado, es decir, un producto televisivo más que ha alcanzado una cuota de pantalla global superior al cincuenta y cuatro por ciento debe tener sus secuelas, electorales, por un lado, y televisivas por otro ya que su emisión alteró los resultados de todas las cadenas y nos dibuja una situación muy difícil de analizar porque se podría entender que esos doce millones de televidentes son personas interesadas en las elecciones, votantes en potencia, que esperaban alguna luz, una motivación para confirmar o variar su voto o simplemente curiosos que querían comprender el desasosiego que atraviesa la vida cívica, económica y política.
Los dos candidatos con alguna remota posibilidad de convertirse en el administrador de los intereses de la Gran Banca y del señor Mercado, se mostraron como la misma cara de la misma moneda. No había diferencia en las formas, ni en el fondo. Quizás, Rubalcaba se presentó como el opositor ya convencido de que le esperan cuatro años de pasantía en el congreso de los diputados haciendo de brillante trasmisor de fraseología pirotécnica frente a Rajoy que parece va a tener la representación de un gobierno depredador de los derechos de la ciudadanía que le va a ser otorgado por renuncia de su contrincante, ya que viendo las barbas de los vecinos mediterráneos en Grecia e Italia, queda claro que el que venga, va a tener que hacer lo que le manden.
Cualquier ciudadano normal debe entrar en proceso depresivo porque el futuro es gris merengo. Viendo a estos dos políticos basura, ¿quién puede pensar en una recuperación económica, moral o política? Al día siguiente del debate-trampa aparecieron los resultados-mentira en los medios de intoxicación, cada cual arrimando el ascua a su cuenta de resultados, pero nadie tituló la verdad: perdieron los dos, perdieron todos. No tienen altura para nada, llegaron a su tope personal cuando fueron tenebrosos ministros de Interior. Las dos alternativas son disolventes. La suerte de los ciudadanos vascos es que tienen una opción válida, ilusionante, una apuesta por un futuro apetecible. Por eso la intentan convertir en televisivamente invisible.