«Me gusta decir que he podido trazar un retrato emocional de la Behobia»
Autor de la novela «La Behobia. Crónica de un desafío»
La segunda novela de este filósofo que dirige la Mediateka de Musikene narra la historia de Iker, un joven que de una manera fortuita va a participar en la carrera Behobia-Donostia. Dispone de tres meses para ponerse a punto y en ese tiempo le surgirán impedimentos que sacarán la sonrisa al lector. El escritor está entre las 23.000 personas que se enfrentarán el domingo al desafío de esta prueba tan popular.
Maider IANTZI | DONOSTIA
«En aquel paraje idílico, el sonido seco de las pisadas de los corredores, clap, clap, clap, clap, clap, una y un millón de veces repetido, era el único rumor audible, y como un suave mantra engatusador, aturdía la mente de los corredores y los conducía de forma irrefrenable hacia la meta». Este párrafo corresponde al pasaje en que el corredor pasa por Irun, deja la parte más urbana y entra en un entorno más idílico. A Koldo Bravo se le ha quedado colgada en el recuerdo la sensación de aquellos pasos. Reinaba el silencio después del bullicio, bajaba por el puerto de Gaintxurizketa y se percató de que un rumor muy bonito le arropaba.
Su deseo es que el lector entre en la novela, que ésta le atrape y que continúe hasta el final, como en una carrera.
¿En qué se ha esforzado sobre todo al escribir este libro? ¿Qué ha querido aportar?
He intentado reflejar la experiencia de la gente que corre, hablar de todas las facetas que encuentra. Me gusta decir que he podido trazar un retrato emocional de la Behobia. Quería escribir una novela, una ficción redonda y de calidad. Algo bien construido, que diga algo y aporte, algo que guste a la gente y a la vez sea mío.
¿Cómo describiría a Iker, el protagonista de la novela?
Cuando creé este personaje decidí que no sería un corredor muy experimentado. Es un chico que tiene 33 años y que mantiene una cierta forma física. Quería que fuera un poco representativo de toda la gente que está entrenando. No voy a decir el tiempo que hace en la Behobia, pero es un punto medio. Y desde luego las circunstancias y las experiencias que vive son las que vivimos los corredores.
En un momento, el personaje dice una frase muy usada, sobre todo después de las vacaciones: «Este año me voy a poner en forma».
Este es el punto de partida gracioso que tiene la novela. El desencadenante es fortuito: un día ve que no está bien, su pareja le empieza a pinchar un poco y de repente le surge una oportunidad para salir en la carrera.
¿Lo ha escrito a modo de diario?
No es un diario y, además, me interesa que eso quede muy claro. Tampoco es una historia de la carrera; es una novela normal y corriente. Hay un protagonista y unos personajes secundarios, y se sigue una peripecia cotidiana. La cotidianeidad de Iker: él en su trabajo, en su casa, entrenando en San Sebastián... Tiene esa naturalidad. Luego, la tercera parte de la novela es ya la Behobia, después de todo lo que ha entrenado sale en la carrera.
¿El libro puede ser interesante para personas que no están relacionadas con esta carrera o con el deporte?
Sé a quién le puede gustar más: a la gente que entrena, que sale a correr y que hace carreras populares, pero para la gente que no ha corrido antes puede ser una forma de acercarse a este mundo. Alguien que se siente fuera de este entorno puede decir: «Igual me animo a correr. Y si no me animo, por lo menos sé y entiendo qué hace mi amigo, mi primo, mi sobrino... ¿Por qué salen todos los años?, ¿por qué nada más terminar la prueba se ponen a pensar en la siguiente, en cómo mejorar la marca?».
Hay miles de anécdotas relacionadas con esta popular carrera. Cuéntenos alguna...
Voy oyendo infinidad de curiosidades: gente que sale disfrazada, que corre con botas de monte por una apuesta... Sé de otro que tenía alrededor de 130 kilos y que hizo la Behobia por una apuesta. Tal vez lo hizo en cuatro horas, que es casi como ir andando.
Ha enlazado la literatura con el deporte; una pareja poco común.
Eso parece, pero hay un gran escritor, Haruki Murakami, que es corredor maratoniano y que tiene una novela biográfica donde narra su experiencia. Creo que la clave del libro es que cuenta que el fondo que ha cogido entrenando, ese fondo físico que le ha dado aliento, es el que le ha servido también para escribir novelas. ¡Fíjate hasta que punto están relacionados la literatura y el deporte!
Al igual que el protagonista de «La Behobia. Crónica de un desafío» (Erein), Koldo Bravo (Donostia, 1961) también entrena, dos veces por semana, para salir en esta prueba tan popular, pero aclara que la historia es «pura ficción». La narración es sencilla y más que carcajadas arrancará medias sonrisas al lector. «El footing es muy externo, físico, pero también tiene una faceta más íntima e interna que está apuntada en la novela. Correr es una actividad absoluntamente fabulosa para estar contigo mismo y sacar las cosas del día. En ese desgaste, vas tirando del hilo y soltando el ovillo». Considera que la Behobia es una carrera de muchos momentos (de risa, de emoción, de cansancio...) y mucha competición. «Contra tí mismo, contra conocidos, amigos, compañeros de trabajo... Eso es un estímulo añadido». Salió por primera vez a los 27 años, entonces se repartieron 4.000 dorsales y no había chips para controlar los tiempos. Este domingo correrá por séptima vez y, como cada año, intentará arañar unos minutos al tiempo. «Cuando llego a la meta estoy cansado, agotado físicamente y, te digo más, si llegara a los dos últimos kilómetros con un poco de energía, la quemaría allí». M. I.