Raimundo Fitero
En remojo
En medio de todo este marasmo, se escuchan apuntes sobre el futuro inmediato de los entes públicos autonómicos, los estatales y la remodelación del mapa televisivo terrestre y digital. La verdad es que puede suceder que un día nos despertemos y toda la televisión que recibamos sea privada o privatizada. ¿Será una desgracia o una liberación? No sabe, no contesta este comentarista. La influencia, la dependencia de los poderes reales, partidistas, económicos, fácticos persistirá, porque como se está demostrando los anunciantes chantajean, quitan y ponen programas, dan vida o muerte lenta a cadenas, y todo eso que sabíamos desde la primaria y que ahora se plantea de manera descarada. Lo mismo que sabíamos que los entes públicos son instrumentos de propaganda de las mayorías parlamentarias, como se comprueba cada Teleberri, en la que más desorientada ETB.
La radio y televisión vasca es paradigmática en cuanto a politización en sus mandos orgánicos, a mala gestión integral, empezando por su desconexión de la audiencia que mantenía y la falta de alternativa, y del desgate provocado en todos sus trabajadores ante los vaivenes, la inoperancia y la falta de proyecto. Los grandes maestros de la ética periodística se han manifestado como gestores deplorables, unos contaminadores de sus neurosis y sus dogmatismos y han llevado, con la anuencia del Departamento de Cultura, al ente a sus cuotas más bajas es decir, al borde de la pre-privatización o simplemente de la desaparición encubierta.
No se trata de una opinión, sino de ir mirando los datos, los recortes, las decisiones y de analizar comparativamente con lo que ha sucedido en otros entes tras las elecciones autonómicas, lo que se está cocinando y lo que vendrá después del 20-N, es decir que muchos están poniendo sus barbas a remojar, porque vienen muy malos tiempos para cierto modelo de televisión pública, que si bien los actuales directivos han contribuido a su derrumbe con persistencia en sus errores, no son los únicos que han participado en este festín de desprestigio, sino que se viene arrastrando desde décadas de gestión partidista, como si fuera un batzoki. Tiene mala solución.