GARA > Idatzia > Iritzia> Txokotik

Fermin Munarriz Periodista

Indigentes de lujo

No deja de sorprenderme esa capacidad de la burguesía para triturar todo lo que toca. Y no me refiero a los recursos naturales ni al trabajo ni siquiera a la moral imperante. O tal vez sí. Esta semana me he quedado perplejo leyendo un reportaje de un diario estadounidense sobre la reconversión de un antiguo albergue neoyorkino de vagabundos. Pensarán que entra en la lógica del desarrollo humano rescatar espacios degradados para transformarlos en lugares habitables y productivos. Sí. La cuestión es que en este caso lo han reciclado con los indigentes incluidos.

Los involuntarios pordioseros se han convertido, por gracia de la empresa inversora, en el reclamo publicitario del viejo hostal Bowery. Son un «activo para la propiedad», explica sin pestañear el gerente, que reserva para ellos y sus piojos la segunda planta del edificio (menos de 10 dólares el colchón), mientras destina la tercera y la cuarta (130 billetes el camastro individual) para una clientela «dinámica y vibrante», que es una manera pija de decir «podridamente aburguesada» y que desea sentirse por una noche en la piel del mendigo.

El Bowery House está ubicado en el barrio del mismo nombre que acogió oleadas de descamisados europeos inmigrantes y las violentas bandas (gangs) de finales del XIX, aquellas que emasculaban a los petimetres. Durante la II Guerra Mundial se reconvirtió en pensión para soldados que regresaban del frente. Desde entonces todo fue cuesta abajo en un barrio alcoholizado.

El hotel conserva los cubículos-celda originales, las literas y jergones y el cierre con malla metálica de los techos. En el área de los vagabundos, los baños comunitarios carecen de puertas y la mugre forma parte de la decoración. En las plantas nobles, los barrotes han sido sustituidos por celosías, los baños son de mármol, las toallas son Ralph Lauren y las sábanas son de «300 hilos». Snobs adinerados, modelos... han comenzado a reservar noches en el albergue para disfrutar de la salvaje y sospecho que erotizante experiencia de sentirse pobre, aunque no resultará fácil para alguien que busca un hospedaje barato pero «sale a buscar un servicio de mesa de 300 dólares la botella».

Se empieza descuidando la memoria y se termina perdiendo el respeto. Acaban de inventar el indigente de lujo. Cosas del obsceno hastío de la burguesía.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo