De un tiempo a esta parte al flamante, y viajero fotógrafo, lehendakari, por la gracia de Basagoiti y acólitos, se le ve como crecido, dentro de lo que pueda aparentar tal caballero en el juego de máscaras; siguiendo seguramente las instrucciones de un encargado de imagen que desde luego lo tiene crudo el pobre. No hay más que ver, y oír, cómo habla con voz engolada y queriendo dar muestras de seguridad, ex cathedra, y su pausada pronunciación propia de quien se siente como Alejandro Sanz, es decir, pisando fuerte.

No hay más que ver el rostro del personaje, y conste que no soy seguidor de Cesare Lombroso, para poder constatar sus abundantes luces, sobre todo cuando se le dispara el intermitente; él, cuya autoestima debe andar por las más altas nubes en lo que hace a vastos conocimientos (¿o lo pongo con b?), como lo deja ver que a la primera de cambio y en repetidas ocasiones, trata de «paletos» a los demás, a quienes muestran sus «obsesiones particulares« que no son otras que las que mostraba su partido, al menos de boquilla, en los tiempos de la Plataforma de Convergencia Democrática y luego de la Platajunta, entre ellas la misma que iba escrita en una pancarta portada, por entre otros, un destacado dirigente del PSOE, Benegas, en la que se reclamaba el derecho de autodeterminación... demanda que hoy en día ha pasado a convertirse, por arte de birlibirloque, en puro fantasmeo nacionalista y particularista, cosa de paletos vamos, y no como sus posturas que no hacen sino transparentar un amplio universalismo, hispano (¿será la herencia de la unidad de destino en lo universal?), y cosmopolitismo ilustrado, propio de los mismísimos Hume, Kant o Voltaire..