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Ensayo

Una utopía ucrónica

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Iñaki URDANIBIA

Titulo este comentario a la obra más ambiciosa del escritor japonés tomando en préstamo una certera expresión de Amélie Nothomb, lectora embelesada por las novelas de Murakami y muy en especial por esta última trilogía. La expresión es acertada, ya que el escritor nos tiende trampas poderosas al llevarnos a un tiempo que no es ninguno y es todos, un espacio que es un no-lugar al tiempo que es todos, nos atrapa en una tela de araña en la que es difícil distinguir entre lo real y lo virtual, y lo hace con tal arte, y contundencia, que nos resultará difícil una vez comenzada la lectura abandonarla.

El inequívoco guiño que desde el título se lanza a Georges Orwell se mantiene a lo largo del libro, cuyo éxito ha servido, cantan las cifras, para disparar las ventas de la obra casi homónima (en japonés nueve se pronuncia como la q) del británico, al igual que otras obras y autores que son mencionados a lo largo de los libros (Chéjov o el compositor Janacek). Las referencias mentadas no son gratuitas, pues la atmósfera creada desde el principio hasta el fin es agobiante. Las redes sectarias funcionan como columna vertebral de la narración sujetando férreamente a los protagonistas, que parecen haber saltado del más logrado de los mangas.

En el enigmático país de las dos lunas, en este tercer volumen, la cosa se complica más si cabe: los enredos van a llegar al paroxismo. Si ya habíamos conocido y seguido a los dos protagonistas -Aomame, profesora de gimnasia y asesina, y Tengo, profesor de matemáticas y escritor-, se viene a unir a la pareja un detective, Ushikawa, contratado por la secta Vanguardia para que compruebe si la mujer es trigo limpio. En caso de que no pueda lograr su objetivo, la mortal espada de Damocles (mejor dicho, del gran líder) pesará sobre él. La desatada mujer da el pego a todo dios, al cometer otro asesinato para acto seguido esfumarse. La pareja, no obstante, sigue deseándose en la distancia, buscándose desesperadamente para redimirse sin moverse de un punto fijo, que quizá sea el que da nombre a la trilogía, «1Q84», o el que da sombra a «1984».

Murakami muestra la pretenciosidad y su tendencia predicadora que le caracteriza hasta límites caricaturescos. El desbarre de ciertos diálogos da paso a esquematismos en los que se cuela un tufillo magistral de quien tiene la responsabilidad de dar lecciones y las da sobradamente, si bien con un endeble andamiaje mas con una cantidad desbordante de referencias literarias, musicales y otras muestras de la cultura pop. Seguro que los libros no se le caerán al lector de las manos y cierto es que gozará de logradas ocurrencias como deslumbrantes flashes. Yo me quedo con «Kafka en la orilla» o «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo».

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