De verdad estamos en campaña electoral para unas elecciones generales al Parlamento español que terminan el próximo domingo? ¿Merkel, la prima, el señor Mercado, se presentan? Si uno no se alimenta de las ilusiones propias, cercanas, de convicción profunda, no encuentra muchos alicientes para interesarse por algo de lo que se juega más allá que los detalles decorativos y los ínfulas egocéntricas. De hecho, esta es la campaña electoral más plana, inservible, descaradamente desmovilizadora que se conoce. Se ha entrado en una calma chicha en la que se da por supuesto casi todo, por lo que, a esa sensación de que está todo el pescado vendido, se une el de la sospecha de que, suceda lo que suceda, globalmente, la que está en cuidados intensivos es precisamente la noción democrática.

Los signos de esta bajada de intensidad son notables. Las televisiones, ni las institucionales, dedican excesivos minutos a la campaña más allá de lo que les obliga la ley, lo que viene a abundar en el desequilibrio entre lo que sería lo habitual y lo que es excepcional, que en estos casos es transmitir un mensaje subliminal en el que no tiene mayor importancia lo que suceda, ni la actitud de cada ciudadano, ya que, por un lado, las encuestas parece que ya han decidido y, por otro, está quedando muy claro que las supra-estructuras económicas, y sus agentes ninjas van a influir de la manera que crean convenientes para sus intereses sea cual sea el resultado, aunque todos dan por ganador al hombre sin sombra.

Es por eso que esta anomalía política, este silenciador tan obvio, hay que desmontarlo e intentar gritar, sacudir a los adormilados con los gritos, porque seguro que hay muchas cosas que decir, que hacer, que conseguir, y el primer paso es acudir, participar, hacer rebosar las urnas del voto útil, eficaz, de progreso, de esperanza, para así dotarse de herramientas y argumentaciones para conseguir los objetivos previstos y parar la marea azul que se avecina. Quien esté derrotado de antemano que se aparte, que deje paso a quienes todavía sienten la necesidad de cambiar desde la acción política el devenir de la historia individual y colectiva.