Koldo CAMPOS Escritor
Día del retrete
Tan descreído en los aniversarios, quién iba a decirme que iba a encontrar, por fin, un día internacional que valiera el agasajo. Y me emociona ese Día Internacional del Retrete que el mundo va a celebrar tal y como usted debe estar imaginando, porque nada nos globaliza tanto como esos restos mortales que los días nos desprenden.
Ni siquiera la sospecha de que se vendan en el mundo más inodoros y escobillas, mercurial contrapartida del cumpleaños, puede objetarse a tan sentido homenaje.
Tres veces al día le rindo pleitesía, no por sus haberes, que los tiene, sino por ser ese único reducto amurallado, provisto de cerrojo, al que no llegan visitas indebidas; ese sagrado altar en que entregarse a la lectura sin timbres ni gritos que interrumpan.
Si no fuéramos hipócritas, tan esclavos de las dignas biografías que mentimos, reconoceríamos que en ningún otro trono hemos sido más propios y felices, sin un notario que registre el parto ni un banco que gestione el desembolso; sin cita previa, sin reproches, sólo nosotros mismos y el retrete. En él hemos soñado y descubierto los dos o tres pendejos enigmas de la vida, esos que son la esencia de todos los humanos afanes que nos traen y nos llevan de letrina en letrina, y en cuya concurrida soledad hemos urdido las historias que mejor sabemos y contamos.
Por ello, yo también me sumo al internacional festejo y, como olvidé conmemorar el 12 de octubre, este 19 de noviembre aunaré en único homenaje los dos aniversarios y, cumplido el expediente con holgura, con copia a la corona, tiraré de la cadena y... hasta nunca.