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La incomunicación y la soledad que provoca el gran Buenos Aires se refleja en «Medianeras»

M. I | DONOSTIA

La triunfal carrera del argentino Gustavo Taretto empezó con el cortometraje «Medianeras», premiado en varios festivales internacionales, entre ellos Almería en Corto. Visto el éxito, decidió convertirlo en un largometraje, que también ha acumulado premios en el Festival de Toulouse o en el brasileño de Gramado, tras ser presentado en la Sección Panorama de la Berlinale y en la Seminci de Valladolid.

Para el papel femenino de su ópera prima Taretto pensó en Pilar López de Ayala, seguramente tras verla a las ordenes de José Luis Guerín en «En la ciudad de Sylvia», donde exhibía su capacidad para aguantar un seguimiento visual, sin diálogos u otros elementos dramáticos en los que escudarse. Su personaje es el de una arquitecta que trabaja como decoradora de vidrieras, la cual mitiga su soledad hablando con un maniquí que le sirve como testigo mudo de sus relaciones fallidas.

Las barreras arquitectónicas

El cine argentino se siente últimamente interesado por la arquitectura y su relación con el elemento humano, dilema expuesto con ironía en la reciente «El hombre de al lado». En «Medianeras» los habitantes de los edificios del gran Buenos Aires aparecen como víctimas de las barreras arquitectónicas. En medio de la superpoblación cualquier construcción o mueble urbano se convierte en un muro que separa a las personas unas de otras.

Gustavo Taretto concluye que cualquier historia de amor, entendiendo por tal la que nace de un contacto físico y personal directo, resulta imposible en un contexto así. Es por ello que el protagonista masculino, un diseñador de páginas web interpretado por Javier Drolas, recurre a las redes sociales y los chats para establecer contactos con semejantes del sexo contrario.

La gran metáfora de esta moderna fábula consiste en los constantes desencuentros entre ésta pareja en la distancia, a pesar de que viven uno en frente del otro. Pero nunca llegan a coincidir, aunque a veces salgan de casa casi a la misma hora. La cámara muestra al espectador cómo se cruzan sin verse, ya que algo se lo impide en el momento más inoportuno. Gentes que viven a dos pasos entre sí no saben nada del otro, ni lo llegarán a saber.

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