Ni necesito ni tengo ánimo para reflexionar. En realidad mi voto está decidido, incluso antes de estas elecciones ya tenía claro qué y a quién debo de votar. Deseo escaparme de estas veinticuatro horas de especulaciones políticas y electorales para reconciliarme y entender la ausencia de alguien que ha compartido nuestra casa y nuestra vida desde la naturaleza de ser un perro que también vive y siente. Llegó un día de abril y dieciséis años después hemos tenido que decidir su muerte. Cuando digo la frase en voz alta y a solas, suena tan fría que me asusta. Pero es así y no puedo cambiar lo ocurrido como tampoco nuestro cariño podía evitar su sufrimiento. Y no obstante, la pena y el desgarro de decidir su muerte se quedan dentro de una, duele hasta lo indecible y permanece en el recuerdo de una despedida que sólo tuvo miradas, caricias y unos ojos muy grandes. Ya sé que existen daños más urgentes, problemas, injusticias y decisiones de más envergadura política y social que apremian nuestro sentir y necesitan de nuestro compromiso. Tal vez no sea el día más idóneo para escribir sobre el cariño a un perro que nadie conocía, pero ya que es día de reflexión he repasado las vivencias de los últimos dieciséis años y me asombro de todo lo que ha ocurrido, de la soledad que nos asustó, de lo que hemos perdido y ganado, de los desalientos y las ilusiones que nos han fortalecido... y me doy cuenta de que ella nunca se fue, siempre estuvo allí, en silencio y con los ojos muy grandes. Mirando y sintiendo. Creo que a esa actitud, hoy tan en desuso, los humanos le llamamos lealtad. Mila esker Izar.