Las horas inmediatamente posteriores a unos comicios son siempre de análisis, reflexión y digestión de unos resultados que cada contendiente asume en función de su cosecha de votos. Suele decirse que en la noche electoral todos intentan aparecer como ganadores, aunque en este caso a algunos les ha resultado muy complicado encontrar clavo al que agarrarse. Porque en el 20N ha habido claros vencedores y derrotados, y también partidos que sin haber sacado malos resultados están haciendo tantos esfuerzos por parecer victoriosos que empiezan a dar la impresión contraria.

Resulta llamativo, en este sentido, que desde el entorno jeltzale se haya querido destacar que Amaiur no ha sumado todos los votos obtenidos por Bildu y Aralar en las elecciones de mayo, cuando el propio PNV ha perdido diez mil respecto a esos mismos comicios, lo que es lógico, al ser las del domingo unas elecciones siempre complicadas para los abertzales. Lo mismo sucede con el intento de apropiarse de los votos de Geroa Bai para sostener que los jeltzales han resultado primera fuerza en Hego Euskal Herria. Habría que preguntar a Uxue Barkos si está de acuerdo con ello. Lo cierto es que el PNV saca 39.000 votos en la CAV a la segunda fuerza, ahora Amaiur, frente a los 60.000 que había de diferencia el 22 de mayo, y que en Nafarroa la coalición de la que forma parte ha quedado por detrás de la suma de independentistas de izquierda, al contrario que en mayo. El PNV ha obtenido unos buenos resultados en las elecciones al Congreso y al Senado, y debería poner eso en valor, en vez de insistir en su fijación con la unidad de fuerzas abertzales a la que ha tomado como gran adversario durante toda la campaña.

Los resultados del domingo han sido históricos para aquellas fuerzas que miran a la política desde Euskal Herria, y la ocasión es propicia para hablar como pueblo en Madrid y exponer las demandas de una sociedad que reclama a sus representantes estar a su altura. Aunque a algunos la digestión se les va a hacer pesada.