
Agust�n Mor�n Centro de Asesor�a y Estudios Sociales, CAES
Crisis, elecciones y autodeterminaci�n
La autodeterminaci�n popular es la escuela en la que el pueblo aprende a confiar en sus propias fuerzas y a reconocer los l�mites de la lucha corporativa, la diferencia entre amigos y enemigos y entre enemigo principal y enemigos secundariosNo estamos ante la crisis del capitalismo, sino ante la crisis clamorosa del mercado como regulador de la econom�a, el empleo, la protecci�n social, la escuela, la alimentaci�n y la democracia. Pero el mercado, lejos de abordar su perestroika, refuerza su dictadura. Lo espec�fico de esta crisis es su multilateralidad que se resiste, tanto a las recetas keynesianas como a las neoliberales, y su extensi�n, que llega a pa�ses y clases sociales beneficiarias de la globalizaci�n.
El poder econ�mico controla las instituciones pol�ticas, judiciales, medi�ticas, acad�micas y militares, lo que explica que las pol�ticas contra la crisis sigan en manos de quienes la han causado y se benefician de ella. Las pol�ticas de empleo producen m�s precariedad y m�s desempleo y lo que el Estado ahorra bajando salarios, reduciendo plantillas y privatizando servicios p�blicos, se gasta en intereses y �rescates� a los bancos.
En el art�culo primero de la Constituci�n de 1978, el Estado espa�ol se autodenomina �social y democr�tico de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jur�dico la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo pol�tico�. Al eliminar las leyes que protegen el trabajo y los derechos sociales para garantizar la sostenibilidad de una econom�a de mercado cada vez m�s destructiva, los gobiernos contravienen el eje vertebrador de la Norma Jur�dica Fundamental. En estas condiciones, nuestra monarqu�a neofranquista profundiza, d�a a d�a, su car�cter de c�rcel de pueblos y dictadura parlamentaria del capital. En ella, el derecho de sufragio universal sirve, sobre todo, para legitimar a un capitalismo en huida hacia adelante destruy�n- dolo todo.
Ante las elecciones generales del pasado domingo, el PSOE promet�a todo para incumplirlo y el PP no propon�a nada para no asustar. Desaparecida cualquier alternativa real, el elector racional demuestra su astucia votando al original (PP) en lugar de a la copia (PSOE). Pero tambi�n, muchas personas comprometidas con la emancipaci�n social, se plantean la utilidad de un voto que convierte en democr�tico el aumento de la desigualdad, la corrupci�n y la lucha entre los de abajo. La envergadura de la crisis genera dos din�micas contradictorias. Por un lado se suceden las cat�strofes econ�micas, alimentarias, ecol�gicas y b�licas. Por otro, con el aumento de los perjudicados, aparecen nuevas formas de lucha que empiezan a desbordar los simulacros de la izquierda c�mplice.
Lo importante es que, sin una fuerza popular que sostenga y controle a sus representantes pol�ticos, cualquier reforma verdadera es inviable y que esa fuerza depende de nuestra acci�n directa y no de votar al mal menor. Hoy, la defensa de las libertades y de los derechos econ�micos, sociales y culturales, base material de los derechos humanos, exige colocar en segundo plano el poder constituido del estado y apostar por su fundamento, el poder constituyente, sustancia de la soberan�a popular y la democracia.
Esta fuerza, hoy incipiente, debe protegerse de quienes, violando la Constituci�n, se autodenominan �constitucionalistas� y habiendo convertido la democracia en un instrumento del neoliberalismo, se presentan como �los dem�cratas�. Este peligro, no solo est� fuera sino, tambi�n, dentro de los movimientos sociales.
La autodeterminaci�n popular es la escuela en la que el pueblo aprende a confiar en sus propias fuerzas y a reconocer los l�mites de la lucha corporativa, la diferencia entre amigos y enemigos y entre enemigo principal y enemigos secundarios. Simult�neamente, es el proceso de regeneraci�n de la democracia y de la izquierda.
En el momento actual, considerar el voto como una actividad relevante para acabar con la impunidad de banqueros, especuladores y sus pol�ticos a sueldo, es una equivocaci�n, pero todas las situaciones no son iguales. Votar a organizaciones cuyos militantes se han construido en la lucha y la fidelidad a su pueblo no es lo mismo que votar a profesionales instalados en el capitalismo, el bienestar del estado y el doble lenguaje.
Debemos salir de un fetichismo extremista. Ni �cambiar el poder sin transformar la sociedad�, ni �cambiar la sociedad sin tomar el poder�, avanzando desde la autodeterminaci�n y el poder constituyente en una participaci�n social que imponga cambios del poder constituido que, a su vez, impulsen el poder constituyente.
Trazar una l�nea divisoria entre los movimientos populares y la izquierda capitalista es una operaci�n tan necesaria como dif�cil. Tratar a compa�eros como enemigos es un grave error, pero tratar a enemigos como compa�eros, tambi�n.