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La resistencia, fuente de esperanza para acabar con la ocupación y los colaboracionistas en Irak

Cerca de un millón de muertos y alrededor de cuatro millones de refugiados es el coste humano de la invasión de Irak, un país líder en la región que después de ocho años de ocupación ha quedado totalmente destruido, ya que ése era su verdadero objetivo, y cuya esperanza es la resistencia.

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Mirari ISASI

La razón de la invasión y posterior ocupación de Irak, que respondió a una conspiración internacional y se prolonga ya ocho años, no era derrocar a Saddam Hussein ni robar el petróleo y las riquezas naturales del país. O al menos no era sólo ésa. El bagdadí Taha Azzez, suní e integrante del Frente de Resistencia Iraquí contra la Ocupación, encarcelado en la prisión de Abu Ghraib entre 2005 y 2008 y actualmente exiliado en Siria, a donde huyó de la persecución de las fuerzas gubernamentales, no tiene ninguna duda de que el principal motivo era defender la seguridad de Israel y ello conllevaba la destrucción de Irak. «Irak tenía el Ejército más potente de la zona, un Ejército profesional, creado en 1921, con generales con las mejores notas en universidades internacionales y había que eliminar esa amenaza para Israel, con quien Irak no firmó nunca un acuerdo de paz. Irak -asegura- tenía una riqueza personal y material equilibrada, lo que le convertía en líder en distintos ámbitos. Si el objetivo hubiera sido acabar con Saddam se hubieran marchado hace años».

Pero EEUU y sus aliados, y quienes colaboran con ellos, no sólo destruyeron su Ejército y sus fuerzas de seguridad, también destruyeron su agricultura, infraestructuras, industria, sistemas educativo y sanitario... «Irak era líder con Saddam Hussein, ¿y ahora?», se pregunta.

Ahora las transnacionales no pagan impuestos y se quedan con todas las ganancias, quitándole a Irak toda su riqueza y el país vive bajo la sombra del analfabetismo, cuando hace dos décadas su tasa era del 0%, y el 30% de las mujeres no acceden a la educación por miedo a la violencia. Los secuestros y las matanzas se han convertido en una constante y aunque antes de 2003 también había detenciones, ahora hay 23.500 presos -525, menores de edad- en cárceles de EEUU en Irak -donde hay 420 centros secretos de detención- y más 400.000 en prisiones del Gobierno -donde «las mujeres (el 93%, suníes) son torturadas y violadas sistemáticamente»-, y donde sólo el 10% es juzgado. El patrimonio cultural iraquí fue saqueado e incendiado. Hay cerca de tres millones de viudas y cinco millones de huérfanos, y el 28% de los niños sufre malnutrición y el 10%, enfermedades crónicas, mientras el sistema sanitario, antes gratuito, se derrumba por falta de médicos y material.

Éstas son algunas consecuencias de la ocupación citadas por Taha Azeez durante una conferencia que ofreció recientemente en Bilbo, invitado por Mundubat, además de 1.300.000 de muertes y de 4.000.000 de desplazamientos forzosos registrados desde su inicio. Pero sobre todas ellas, Azzez destaca la corrupción, que afecta a absolutamente todas las estructuras del Estado. Irak ocupa el tercer lugar, por detrás de Somalia y Myanmar, en el ranking mundial de países corruptos. «Han desaparecido 17.000 millones de dólares; se han descubierto 66.000 puestos ficticios en el Ministerio del Interior, lo que al Estado le cuesta 5.000 millones de dólares anuales; y muchos parlamentarios, cuyo salario asciende a 30.000 dólares mensuales, tienen títulos falsificados y no van a las sesiones».

Y destaca su incidencia en la cohesión social, al asegurar que antes de 2003 «no había diferencias» entre provincias, etnias o comunidades religiosas, que «mantenían relaciones de amistad», pero con la invasión y los líderes que ésta ha llevado al país «hemos conocido la división étnica y el odio».

Caída mediática antes que militar

Además, resalta la desinformación respecto a su país y cita como ejemplo que todas las semanas hay manifestaciones de organizaciones civiles de las que nadie informa. «Los medios exageran o minimizan los hechos según sus intereses, y por eso sólo destacan que hay partidos políticos y elecciones y que el Gobierno actual es democrático porque ha sido elegido en las urnas», afirma. De hecho, recuerda el papel fundamental de los medios en la caída de Bagdad, como años después lo han jugado en el caso de Trípoli, «sembrando la duda en las fuerzas de seguridad, la Policía y el Ejército cuando informaban de la caída de Bagdad y del régimen. Bagdad cayó mediáticamente antes que militarmente», indica.

Azzez no duda de que la solución a la situación de Irak es la retirada de los ocupantes y de quienes llegaron con ellos y la reconstrucción de las relaciones de respeto y amistad. «El pueblo iraquí volverá a convivir en paz con facilidad cuando el ocupante se vaya. Estoy convencido de que cuando el ocupante salga, los iraquíes se levantarán y recuperarán su territorio, su país, porque hay un pueblo vivo que resiste para construir la vida».

Y para eso, para echar a los invasores y recuperar su país y su independencia, «es necesaria», subraya, la colaboración entre la resistencia armada y la resistencia política civil. «La resistencia armada no puede lograr sus objetivos sola si no colabora con la resistencia civil. El Gobierno trata de vender que ha sido él quien ha presionado a EEUU para que saque a sus tropas del país, cuando ha sido la resistencia la que ha obligado a la retirada, aunque ahora pretenden llevar a cabo otra ocupación a través de las empresas de seguridad, dejando 5.000 soldados e instalando bases en Kuwait y Qatar», denuncia. «Mientras haya resistencia armada y civil hay esperanza», remarca.

«Quienes emplean la violencia sólo entienden el lenguaje de la fuerza», recalca, al tiempo que mantiene que la reconciliación, a la que tanto se refieren las autoridades instaladas por los ocupantes, sólo será posible sobre la base del rechazo a la ocupación y a los colaboracionistas, e incide en que el objetivo del llamamiento del Gobierno a la reconciliación «sólo es saber quiénes son los líderes de la resistencia para detenerlos y encarcelarlos». Por eso, no cree posible que los resistentes, a los que se tacha de «criminales», den la mano a quienes llegaron con las fuerzas de ocupación.

«¿Por qué todos los movimientos de liberación del mundo tienen derecho a resistir y los iraquíes no?», se pregunta.

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