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El Ejército egipcio se apunta el tanto electoral pero afronta grandes retos

El Ejército egipcio se ha anotado el tanto del comienzo de las elecciones legislativas frente a quienes rechazan su permanencia en el poder y exigen que lo entregue inmediatamente a manos civiles, como los jóvenes de la plaza Tahrir. Sin embargo, la duración de la votación, el peso de las formaciones islamistas y la perspectiva de un Parlamento con mayor legitimidad popular le pueden poner todavía en dificultades.

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GARA | EL CAIRO

Largas colas de electores esperaban ayer de nuevo ante los colegios electorales de El Cairo o Alejandría, después de una semana de manifestaciones y represión militar que dejó decenas de muertos. El general Ismail Atman, miembro del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA), aseguró ayer que la participación podría estar por encima del 80% y «supera cualquier expectativa que tuviese el mundo», añadió.

«El pueblo y las fuerzas armadas deben considerar el 28 de noviembre (comienzo de la votación) como una fiesta para los egipcios» se felicitaba el general Mohamed el-Assar, también miembro de la junta militar que dirige el país desde la caída de Hosni Mubarak.

Dirigida por el mariscal Husein Tantawi, el CSFA ha mantenido el calendario a pesar de la violencia de la semana anterior a la votación, haciendo ver que seguía a la «mayoría silenciosa» frente a la «oposición ruidosa» de la plaza Tahrir.

Éxito y desafíos

Algunas personalidades, sin embargo, mencionaron la dificultad de llevar a cabo unas elecciones dignas de ese nombre en un contexto tan conflictivo. Los Hermanos Musulmanes, en cambio, sabiéndose en una posición de fuerza y favoritos en los comicios, rechazaron en todo momento cualquier retraso.

«La gestión de estas elecciones por los militares ha sido seria hasta el momento», estima el politólogo y editorialista Hassan Nafaa. Para Tewfik Aclimandos, especialista en Egipto del Collège de France, «es un éxito popular y un éxito para el Ejército, en la medida en que siempre ha jugado la carta de las elecciones para estabilizar el país frente a la calle». Pero al acudir en masa a las urnas los egipcios, a su vez, envían el mensaje de que diez meses después de la revuelta que derrocó a Mubarak, rechazan cualquier poder autoritario, lo que supone un obstáculo a los deseos de perpetuarse en el poder que pudieran tener los militares, como algunos les acusan. «El mensaje es que la gente quiere tomar sus asuntos en sus manos, que un sistema autoritario no es ya posible», estima Ezzedine Chukri Fishere, profesor de la Universidad Americana en El Cairo.

Antes del escrutinio, despertó la preocupación sobre su auténtica voluntad de retirarse, por la ley que garantiza que su presupuesto escape a cualquier debate parlamentario, y que tendría la última palabra en cualquier decisión que le afecte.

Además, después de meses sin avances, fueron necesarios varios días de movilizaciones y duros enfrentamientos en las calles para que el mariscal Tantawi anunciara una fecha tope -junio de 2012- para que se celebren elecciones presidenciales, después de las cuales la junta militar deberá entregar el poder a manos civiles.

El nuevo Parlamento restará también margen de maniobra al Ejército. «Un Parlamento que disponga de una fuerte legitimidad popular podrá en el futuro colocar un reto añadido al poder del consejo militar», destaca a Karim el-Assir, del centro independiente Institute Signet en El Cairo.

Largo proceso electoral

La duración de las votaciones que se llevan a cabo en tres etapas diferente en otras tantas zonas del país -hasta el 11 de enero para los diputados y hasta el 11 de marzo para los senadores- también presenta riesgos. «Supone un peligro en materia de seguridad, en particular en las zonas rurales o remotas. Aún pueden pasar muchas cosas», estima Choukri Fishere.

El final de las legislativas también va a marcar el inicio de otra etapa, la de la redacción de una nueva constitución, crucial para el porvernir de la influencia de los militares, que han impuesto al país todos sus presidentes desde 1952.

Por su parte, el candidato presidencial Amro Musa opina que «se ha exagerado la brecha» entre la junta militar y el pueblo egipcio por las protestas de la plaza Tahrir, y sostiene que la celebración de las legislativas «es la prueba del éxito de la revolución». Musa declaró a Efe que a pesar de las desconfianzas, «no se puede decir tan fácilmente `entreguen el poder a los civiles'. ¿Quiénes son esos civiles que van a asumir la autoridad? ¿Quién les encomendó esa misión?», se preguntó. El exsecretario general de la Liga Árabe sostuvo que la transferencia de poder debe realizarse a una autoridad civil elegida democráticamente, y no a «civiles« en general.

En cuanto a la plaza Tahrir, afirmó que «no hablamos de un solo grupo, sino de muchas corrientes dentro de la plaza que quieren cosas diferentes».

Los Hermanos Musulmanes confían en la tercera victoria islamista en dos meses

Fayiz Mohamed, un voluntario de los Hermanos Musulmanes, ingeniero de 40 años, sonríe mirando a los electores que hacen cola para votar, confiado en el éxito de su formación. Hace 20 años que Fayiz Mohamed está afiliado a esta hermandad islámica, a pesar de las prohibiciones bajo el régimen de Hosni Mubarak. «Es la primera vez que me siento seguro. Es una sensación formidable. Antes siempre éramos perseguidos», explica al lado de dos mujeres con velo que dirigen a los votantes hacia su colegio electoral. Además de esta nueva libertad, Fayiz Mohamed también prueba el aroma de la victoria. «Vamos a ganar. Durante mucho tiempo, hemos trabajado para el pueblo. Ellos nos conocen», afirma. Los analistas independientes creen, como él, que la hermandad ganará las elecciones pero sin mayoría absoluta. Aun así, los Hermanos Musulmanes no detallan cuántos de sus candidatos forman parte de la coalición de doce partidos denominada Libertad y Justicia.

El partido ha enviado cientos de observadores como Fayiz por todo el país para supervisar las elecciones. En una sala en la sede del partido en El Cairo, otros voluntarios reciben y tratan los informes de los observadores sobre la participación y los sondeos en la salida de las urnas. «Por primera vez, la Seguridad del Estado y el Partido Nacional Democrático (el partido de Mubarak) no están. El ambiente es diferente», afirma el coordinador de las operaciones, Mohamed Saad. Formaciones islamistas han ganado las elecciones en Túnez y Marruecos en los últimos meses. Para el vicepresidente de Libertad y Justicia, Essam al-Erian, el islam político se va a imponer también en Egipto y obligará al mundo a aceptarlo. «Es tiempo de que las capitales del mundo que han apoyado a Mubarak digan que aceptan el resultado ahora, no después de los resultados», afirma. «No somos inferiores, somos iguales a otros humanos. La democracia es pluralidad, el mundo entero debe aceptar a los musulmanes. La cultura islámica es compatible con los principios democráticos. Los árabes tienen su propia cultura y el islam su propia civilización», añade Erian. GARA

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