Iñaki LEKUONA | Periodista
Trincheras jacobinas
Hace casi un siglo, a franceses y alemanes les dio por destriparse frente a frente abonando con su sangre el futuro del continente europeo. Tras la guerra, los Estados Unidos hicieron crack y se arrojaron desde lo alto de Wall Street estampando en su caída a franceses y alemanes que intentaban levantarse de la fosa kilométrica en la que se habían enterrado. Pero se levantaron. Y nada más hacerlo, se enzarzaron de nuevo en una guerra en la que esta vez las trincheras eran simbólicas, pero más profundas que las que habían socavado años antes las entrañas de Europa.
La Unión Europea se concibió desde un principio como una pomada de principios económicos con la que suturar las heridas del persistente enfrentamiento franco-alemán. Y la fórmula cicatrizante parecía surtir efecto, hasta que de nuevo Estados Unidos volvió a temblar en un seísmo financiero que cruzó el Atlántico y cuyas últimas consecuencias aún están por manifestarse. Lo que sabemos hasta ahora es que este terremoto ha destrozado las economías familiares, sobre todo las de los países del sur de Europa. Y lo que ahora se intuye es que esta sacudida financiera podría volver a abrir una brecha entre Francia y Alemania, una trinchera que el nacionalismo francés se apresura a cavar, desprecio en mano y al grito de soberanía nacional, ante el dominio económico alemán.
Hace una década, Jean-Pierre Chevènement vomitó que Alemania «no se ha curado todavía del desvarío que supuso el nazismo en su historia». Sucede que, en realidad, Francia no se ha curado del desvarío que supone todavía el jacobinismo en su propia historia y en la de los demás. De nuevo, las trincheras.