Alberto Pradilla | Periodista
La sonrisa rebelde de una monja
Han pasado dos semanas del 20N y quizá quede desfasado, pero me veo en la obligación de recordar al personaje que me alegró un día eufórico. Vale, esconder una sonrisa Amaiur entre la ebriedad rojigualda de Génova, con cientos de jóvenes marianos festejando la conversión del Estado español en absolutistán, es también una historia digna de ser narrada. Casi tanto como terminar bailando encima de una mesa mientras brindas por siete diputados al ritmo de Shakira y Estopa. Aunque esta no es una columna sobre la ebriedad. No. Esto es una exaltación de los pequeños gestos de toda esa gente a la que ese lunes se le hizo un poco menos lunes. Todos ellos, representados en una pequeña monja de clausura convertida en la sonrisa que sacudió Euskal Herria.
El domingo, a primera hora, me encontraba votando en la Escuela de Idiomas de Alde Zaharra de Iruñea mientras charlaba con dos militantes independentistas. De repente, se nos acerca la religiosa, se separa del grupo de monjas malcaradas que la acompañaban y, agarrándome el brazo, me suelta un conmovedor «agur» que sonaba a consigna revolucionaria. Un «agur» cómplice, casi resistente, como si hubise lanzado una proclama rebelde antes de volver a su encierro. Cualquiera que sepa cómo se las ha gastado la jerarquía eclesiástica en Nafarroa comprenderá la grandeza de este titánico gesto. Especialmente, tras comprobar que, tras ella, el jefe de la Policía Municipal de Iruñea, Simón Santamaría, cuchicheaba con cuatro secuaces sin tenerlas todas consigo. Acostumbrados a perseguir papeletas ilegales, parecía que su rostro degeneraba en un «otro hijoputa más» cada vez que un votante con pintas de abertzale se acercaba al colegio.
Hace dos días, una persona muy cercana que habitualmente votaba socialista me reconoció, orgullosa, que su voto había ido para Amaiur. «No es que me hayas convencido. Pero tengo claro que la van a liar. Y eso es lo que se necesita». Mi amigo, la monja, miles de personas, forman parte de una sonrisa colectiva y combativa. Quizás las motivaciones y trayectorias de cada uno sean muy diferentes. Pero todos hemos llegado a un mismo camino. No se olvida que las grandes celebraciones, cuando todos los que nos faltan vuelvan y, juntos, nos marchemos, todavía están pendientes. Mientras, como dijo Arnaldo Otegi, sonreiremos. Porque vamos a ganar.