Raimundo Fitero
Las madres
No hace tanto que en esta fecha del ocho de diciembre estaba considerado como el Día de la Madre. Hasta que los que mandan de verdad consideraron que ya estaba suficientemente caliente el ambiente consumista a primeros de diciembre y trasladaron ese día al primer domingo de mayo, o algo así, temporada confusa para la compra de pañuelos de seda, lotes de perfumes y demás presentes tópicos para rendir honores a mamá en un acto mercantil, y como es el mes de María, y como en las escuelas están a lo que están, pues se pueden preparar trabajos manuales para esa figura que es el pilar de nuestra sociedad: la madre.
La madre, así, es intocable. No se puede mencionar en vano, ni insultar, ni verter sospechas. A la madre, se la quiere por instinto o por decreto. La madre se sacrifica siempre por sus hijos. Incuestionable. Por lo tanto, las madres, cuando acompañaban a sus hijas folklóricas a modo de carabina y salvaguarda de honras y virtudes, agrandaban su resignación y sacrificio, lo mismo que cuando aparecen aquellas madres cuyos hijos ya sea dando patadas a un balón, encestando otro balón más grande en una canasta o montando en motos supersónicas, recomiendan un tipo de lácteo, o una marca de cacao, no lo hacen por ningún afán de aumentar sus ingresos, sino para reforzar la figura de sus vástagos, para darles más cariño como buenas madres que son.
Estamos viviendo las secuelas de la aparición de la madre de un supuesto colaborador en un turbio asunto con la muerte y desaparición de una jovencita, de una niña llamada Marta del Castillo. Aparece la madre de uno de los acusados y se provoca una reacción convertida en una acción de censura sobre una de las cadenas que le ha dado ese soporte, para hablar, remuneradamente, eso sí, sobre su hijo. En esas estábamos hasta que es ahora la madre de Marta la que tiene su gloria televisiva, escribiendo ante las cámaras una carta al sospechoso colaborador. Y esta madre, sí es una madre verdadera, que muestra su dolor, en cambio, la otra, su amor en su hijo se convertía en un oprobio a la víctima. Y en esas estamos, dilucidando que madre es mejor madre. Ambas son la madre que los parió. Las madres.