Mikel INSAUSTI

La franquicia alemana “Vicky el vikingo” parece totalmente asentada en el mercado internacional, gracias a una secuela mejorada en la que se da un mayor despliegue de la narrativa de aventuras fantásticas. Christian Ditter, responsable de la misma, no se ha conformado con la comicidad original de los personajes creados por el sueco Runer Jonsson, sino que ha ido un poco más lejos a la hora de hacerles protagonizar increíbles viajes mitológicos que llevan a estos caricaturescos vikingos lejos de su aldea de Flake. “Vicky el vikingo y el martillo de Thor” no tiene nada que envidiar a los divertidos dibujos animados de los años 70, conservando incluso la recordada sintonía de “¡Hey, hey Vicky! ¡Hey, Vicky hey!”, si bien gana con la incorporación de unos efectos especiales muy bien resueltos e inspirados por un genuino espíritu de serie “B”. El Vicky cinematográfico ha encontrado en el actor infantil Jonas Hämmerle a su perfecta encarnación y, por ahora, se ha solucionado el problema de su rápido crecimiento en los dos años transcurridos desde el estreno de la primera película. Otro cantar será su continuidad futura al frente del reparto.

Lo que no aporta nada a la entretenida saga vikinga es el 3D, y que había sido anunciado a bombo y platillo al tratarse de la primera producción de la historia del cine alemán que utiliza el sistema de moda. Prometían que el drakkar vikingo iba a abordar literalmente a los espectadores, pero las aventuras de Vicky conquistan al público por el lado de la simpatía y no por el de la espectacularidad. Y especialmente a los más pequeños, que tienen la oportunidad de ver en su héroe a un niño capaz de tomar decisiones, demostrando que la inteligencia puede más que la fuerza bruta. En ausencia de su padre, ya que el jefe Halvar ha sido secuestrado por Sven el Terrible, guiará a los suyos más allá de Groenlandia siguiendo las orientaciones de Erik el Rojo, que navegó entre los siglos X y XI, para conseguir el Mjolnir y el tesoro de los dioses.