Iker Bizkarguenaga | Periodista
Causar dolor será su único (y triste) rédito
Estoy convencido de que una de las características más importantes del actual escenario político es la posición que ha adoptado la sociedad vasca y, más concretamente, su determinación en favor de un cambio de ciclo.
Cuando ETA anunció el fin de sus acciones armadas ofensivas, en setiembre de 2010, el Estado español respondió con tres operaciones policiales -contra el movimiento juvenil, Ekin y Askapena-, con decenas de detenidos y denuncias de tortura. Entonces, en estas páginas se afirmó que la actuación del Estado causaba mucho dolor, pero que políticamente lo único que hacía era agrandar la brecha entre la ciudadanía de este país y el proyecto que representa España. Lo mismo se dijo cuando la izquierda abertzale presentó Sortu y el Tribunal Supremo, a instancias de Fiscalía y Abogacía, decidió tumbarlo. Entiendo que mucha gente pudiera pensar entonces que se trataba de palabras huecas, de compromiso, pero realmente creo que ese tipo de actuaciones han desnudado definitivamente la escasa calidad democrática del Estado.
Hace también unos meses, en esta misma columna escribía que la rueda de la opinión pública podía haberse mantenido en equilibrio un tiempo, pero que empezaba a decantarse en favor de quienes estaban impulsando el proceso, y que una vez que esa rueda se deslizaba por una pendiente, era muy difícil pararla y hacerla retroceder. Después llegaron las elecciones de mayo y noviembre, y quienes apostaban por un escenario de paz y democracia obtuvieron un respaldo popular histórico.
Hoy está sobre la mesa el tema de las consecuencias del conflicto y, sobre todo, la situación de los presos políticos vascos, que los estados siempre han tratado como rehenes. Y frente a la demanda mayoritaria y cada vez más extendida de la sociedad vasca, el Estado español -lo mismo que el francés-, puede insistir en mantener su política penitenciaria. Pero debe saber que esa actitud, que nadie entendería en este país, sería pésima para sus intereses, y que la brecha sería ya kilométrica.
Puede seguir siendo un Estado cruel y vengativo, pero ya sin caretas, cada vez más gente le verá tal como es. Puede seguir causando dolor, pero ese será ya su único rédito. Porque políticamente le va a ir mal. Y nosotros, no lo dude nadie, no pararemos hasta traer a los presos a casa.