La Jornada, Editorial 2011/12/9
Calificadoras: poder fáctico
(...) la actitud asumida por S&P plantea un escenario preocupante: la determinación de ese tipo de compañías para modelar la política económica de los gobiernos europeos y el sometimiento de éstos ya no sólo a la preceptiva de organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional -que condicionan la entrega de «ayudas» financieras a gobiernos en dificultades a cambio de sacrificar a sus respectivas poblaciones- sino ahora, también, a las presiones y chantajes de firmas privadas. Cabe preguntarse qué vigencia pueden tener los principios básicos de representatividad política y soberanía nacional si la conducción macroeconómica de un país depende, en última instancia, de un puñado de tecnócratas al servicio de intereses particulares (...).
Por añadidura, la insolencia exhibida por la calificadora estadunidense ante los gobiernos de la eurozona plantea una perspectiva desoladora: si las autoridades de esos países industrializados y ricos tienen dificultades para actuar con independencia y para oponerse a sus designios, mucho menos podrán hacerlo los gobiernos de naciones pobres y dependientes (...).
La incursión ilegítima y cada vez mayor del vasto poder fáctico de las calificadoras en las decisiones públicas pone en entredicho, en suma, los principios de democracia y transparencia de los que suelen vanagloriarse los gobiernos europeos, y tendría que llevar a las autoridades nacionales, a las organizaciones multilaterales y a las sociedades a revisar el enorme peso que le suelen atribuir a las evaluaciones de esas firmas: aun sin tomar en cuenta su cuestionable desempeño en los meses previos al inicio de la crisis económica de 2008 -cuando otorgaron la calificación crediticia más alta a las hipotecas basura que contaminaron los mercados financieros mundiales e hicieron otro tanto con el aún quebrado banco Lehman Brothers-, no es conveniente para la estabilidad económica y política del planeta que esas compañías sean capaces de afectar, con sus decisiones, la vida en regiones enteras. (...)