Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Sexual Herria
Siempre recordaré las palabras de mi padre, cuando decía que los aliados nos habían abandonado, su semblante serio y algo apesadumbrado con la sombra de la decepción amargándole sus recuerdos. Fue así, jamás llegaron y Franco reinó a sus anchas, hasta que la diñó, en su cama. Tras volver a ver «El laberinto del fauno», de Guillermo del Toro, sus palabras se agitaban frescas en mis pensamientos. Cualquier ilusión de esperanza, esa que se abrigaba en casas y refugios de montaña, desapareció de pronto y la historia marcó un camino que ahora nos cuesta desandar. Hay quien teme mirar atrás por aquello de convertirse en estatua de sal (cuanto caradura)... Personalmente, en cambio, reconozco en los recuerdos un placer extraño, que me hace paladear lo vivido. Miro atrás sin miedo y me digo al mismo tiempo cuánto daño han hecho algunos adoctrinamientos...
Entre ellos los que han recluido a las mujeres en jaulas de oro y en no tan doradas prisiones, condenadas a una vida dirigida, sin lugar para el extravío. Pero la luz suele llegar de los extrarradios de la rebeldía más oculta. Leo a Itziar Ziga y siento que en «Sexual Herria» pone encima de la mesa demasiadas verdades, aquellas que pocas se atreven a defender en público, verdades que ruborizan. Itziar Ziga, al margen de lo discutibles que puedan ser para muchos sus argumentos, se enfrenta a su tiempo, un tiempo mojigato, miedoso y cobarde. «Sexual Herria» habla de sexo, sí, pero desde una voz distinta a las que frecuentamos. Su libro no debiera pasar desapercibido, tiene que ver con el abandono al que las «revoluciones», las sociedades, someten siempre a aquellas/os que resultan, como mínimo, incómodos.