consejo europeo en bruselas
Gran Bretaña se divide ante la decisión de David Cameron
Gran Bretaña se despertó dividida al día siguiente de que su primer ministro, David Cameron, diera un portazo a la Unión Europea. Los euroescépticos le aclamaron como a un héroe, pero no faltaron las críticas por sacar al país del epicentro en el que se toman las decisiones.
Soledad GALIANA | LONDRES
No hay medias tintas en la reacción de los medios a la decisión del primer ministro británico, el conservador David Cameron, de excluir a Gran Bretaña del acuerdo con el que la Unión Europea pretende solucionar la crisis financiera que hace peligrar la continuidad de la eurozona.
Desde las portadas de los diarios sensacionalistas como «The Sun» o «The Daily Mail» se aclama a Cameron como a un héroe. Claro está que estas son las mismas publicaciones que caen en los estereotipos más zafios cuando se trata de referencias a alemanes o franceses.
Desde la prensa más seria, la noticia se ha acogido con un aire de preocupación, por la posición de aislamiento en la que se han situado los conservadores. Posicionamientos similares han sido adoptados por partidos e instituciones financieras. El líder laborista, Ed Miliband, eligió las páginas del diario «The Guardian» -que acusaba a Cameron en su primera página de dejar Gran Bretaña a la deriva- para expresar su frustración ante las acciones de los conservadores.
Miliband acusa a Cameron de haberle fallado a su país a la hora de proteger negocios y empleo al «tomar la decisión catastrófica de abandonar» la mesa de negociaciones, permitiendo que sean los otros veintiséis estados miembro los que tomen decisiones que directa o indirectamente afectaran a la economía británica.
Cameron viajó a Marsella con la idea de pactar regulaciones específicas, como mayores coeficientes de capital a los bancos -por encima del 9% que quiere la eurozona-, el mantenimiento de la Autoridad Bancaria Europea en Londres y, sobre todo, el fin de la propuesta de limitar las transacciones financieras del euro a la eurozona -que hubiera dejado fuera a las instituciones financieras británicas que ganan billones gracias a estas operaciones especulativas-, y de la Tasa Tobin, que con la imposición de un impuesto sobre transacciones monetarias recaudaría 48 billones anuales, la mitad de los cuales procederían de entidades financieras británicas.
Hugh Savill, de la Asociación de Aseguradores Británicos, una de las instituciones financieras opuestas a esta tasa, recordaba que el veto británico no impone ninguna limitación a la Unión Europea en la aprobación de legislación que puede impactar negativamente en los servicios financieros británicos, y apuntaba que la mayor dificultad ahora será «ejercer influencia» sobre las regulaciones europeas sin un sitio en la mesa de negociación.
Por su parte, Angela Knight, jefa ejecutiva de la Asociación de Banqueros Británicos, también expresó su preocupación por el impacto que la decisión de Cameron, que más que protegerles les ha expuesto a decisiones en las que ahora no tendrán ninguna voz al haber perdido el poder de influenciar en la legislación financiera europea simplemente por mantener la pose.
Socios en apuros
Y si ciertamente la decisión de Cameron ha sido bien recibida por los diputados conservadores, no se puede decir lo mismo de sus socios de gobierno, los demócratas-liberales, que una vez más se encuentran, por obra y gracia de su ambición de poder, en contradicción con su ideología política, claramente europeísta hasta el pasado viernes, cuando Cameron afirmó que su decisión había sido consultada y apoyada por el líder liberal Nick Clegg.
Éste, después de una consulta con su partido, afirmó que «los euroescépticos deberían tener cuidado con sus deseos, porque claramente hay un riesgo creciente de una Europa de dos velocidades en la que la posición británica se hace más y más marginal y a largo plazo podría ser mala para el crecimiento económico y el empleo».
Quizás sea cierto, como apuntaba Miliband, que el interés de Cameron se centrara más en aumentar su popularidad entre los diputados conservadores que en defender los interés británicos en Europa. La respuesta a esta incógnita no se hará esperar, ya que la crisis financiera obligará a la UE a seguir avanzando con el tren de la integración mientras la Gran Bretaña de Cameron mira desde el andén.
Cameron recibió el viernes por la noche a una treintena de diputados conservadores. Algunos, como el ex ministro Michael Heseltine, mostraron su disconformidad. «No se pueden proteger los intereses de la City flotando hacia el Atlántico», apuntó.
«Hemos protegido a los servicios financieros y las empresas de manufacturas británicas, que necesitan comerciar con sus productos y servicios en Europa», argumentó el ministro de Finanzas británico, George Osborne.
El primer ministro italiano, Mario Monti, lamentó la decisión británica y aseguró que es el propio Gobierno Cameron el que está renunciando a tener «más influencia».
«El primer ministro británico, David Cameron, exigía garantías para la City y protección para el país ante cualquier eventual regulación financiera en Europa. Esto pareció inaceptable para muchos dirigentes europeos, yo mismo incluido», relató Monti en una entrevista concedida a la cadena Euronews. «Si Reino Unido estuviera en el corazón de la eurozona con Francia, Alemania e Italia o, incluso sin el euro, si Reino Unido no se hubiese excluido con desdén, Reino Unido contaría para más, tendría más influencia», afirmó Monti, para quien el acuerdo «es importante en la medida que impone una disciplina presupuestaria».
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schaeuble, considera que los acuerdos alcanzados en la cumbre de la Unión Europea resolverán la crisis de deuda de la zona euro y que Alemania necesita una Europa fuerte. «Estoy seguro de que seremos capaces de manejar la crisis de deuda en Europa con las medidas acordadas de largo alcance sobre la reforma institucional de la unión monetaria europea», escribió Schaeuble en una artículo para la revista «Focus».
Los líderes europeos acordaron el viernes un borrador de un nuevo acuerdo para una mayor integración económica en la zona euro, aunque Gran Bretaña, la tercera mayor economía del bloque, rehusó unirse a los diecisiete estados del euro y a los otros nueve países de la UE en una unión fiscal. Schaeuble indicó que Europa siempre había salido más fuerte de las crisis y que eso era importante para Alemania, la mayor economía de la región.
«Si actuamos como naciones individuales podemos en el mejor de los casos retrasar nuestra pérdida de influencia, pero no seremos capaces de evitarla», escribió. Schaeuble reiteró que el euro es un digno sucesor de la antigua moneda alemana, el marco, y que durante sus doce años de existencia ha dado mayor estabilidad a los precios que el marco. GARA