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El PSC, entre el continuismo con nuevas caras y la refundación

Después de tres elecciones seguidas de fracaso en fracaso, el PSC se enfrenta entre los días 16 y el 18 a un Congreso Nacional pospuesto dos veces durante el último año. Los socialistas catalanes tendrán que escoger entre el continuismo de la línea marcada por la dirección actual o la refundación por la que abogan algunas candidaturas renovadoras.

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Beñat ZALDUA

Los próximos 16, 17 y 18 de diciembre serán cruciales para el futuro del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), ya que del 12º Congreso Nacional que se celebrará en dichos días deberá salir la nueva dirección del partido, que tendrá como primera y casi única tarea recuperar el protagonismo del partido en el mapa político y constituir una oposición creíble a la ofensiva recortadora de la dupla formada por CiU y PP.

Pero a falta de una semana para el cónclave, sigue siendo una incógnita el resultado. El alcalde de Terrassa, Pere Navarro, parece el mejor situado para suceder a un desaparecido José Montilla, al que ya han enterrado allí donde reposan los restos de los políticos caídos en desgracia: el Senado.

Navarro cuenta con el aval de las agrupaciones más significativas del Principat y es visto con buenos ojos por la cúpula actual del partido, por lo que algunos lo critican como candidato de la dirección.

El segundo candidato en discordia es el alcalde de Lleida, Àngel Ros, de perfil más catalanista y principal puntal del PSC en el ámbito municipal. Sin embargo, Ros parece haber reculado en las últimas semanas ante la constante suma de adeptos de Navarro y ha señalado que a lo que él aspira es a dirigir la Generalitat, no el PSC. De esta manera, sumándose al caballo ganador, Ros ha iniciado un acercamiento a la candidatura de Navarro.

El ex alcalde de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), Joan Ignasi Elena, es el tercer aspirante a dirigir el partido y representa a la corriente Nou Cicle (Nuevo Ciclo), que engloba al ala más catalanista y más a la izquierda del partido. Sus opciones, sin embargo, son escasas.

El último candidato en discordia es el actual número dos del partido: Miquel Iceta. Además del lastre que supone ser miembro de la actual cúpula dirigente, el viceprimer secretario del PSC ha puesto como condición para ser candidato que los demás renuncien a sus aspiraciones, para que la suya sea una candidatura de unidad. Tal y como suena. Por lo tanto, de entrada, queda descartada la posibilidad de que encabece el nuevo PSC, aunque ya se sabe que las intrigas palaciegas son, a menudo, inescrutables. Pero más allá del nombre propio que encabece la nueva dirección del PSC, en lo que coinciden todos, incluida la dirección actual, es en la necesidad de renovación. El cambio se hizo aún más urgente después del 20-N, cuando perdieron más de 700.000 votantes, cosechando los peores resultados históricos en unas elecciones generales.

El PSC se ha visto afectado por la deriva del Gobierno de Zapatero y, como señalaba a toro pasado el histórico Josep Borrell, están «pagando su discurso neoliberal». Sin embargo, la caída de la formación catalana fue mayor que la del conjunto del PSOE en el Estado eespañol, por lo que las explicaciones a la crisis del PSC hay que buscarlas en el propio partido y en su trayectoria durante el último año.

El dato más significativo de la crisis del partido en el Principat es que Montilla, un año después de su derrota en las autonómicas y sumido en un profundo silencio desde entonces, sigue siendo el primer secretario del PSC. En efecto, la falta de relevo de una dirigencia que venía quemada por el último Tripartit ha sido uno de los grandes lastres de los socialistas catalanes, que han pospuesto durante todo un año el Congreso Nacional de los próximos días.

El proceso vivido por el partido después de las autonómicas de 2010 ha sido equivalente al de ERC, ya que ambos partidos quisieron romper con buena parte del legado del Tripartit pese a mantener las direcciones responsables de aquel Govern. No deja ser significativo que el único partido que ha reivindicado con fuerza los logros del Tripartit, ICV-EUiA, haya sido el único en mantener sus números, o incluso crecer, durante el último año.

El paralelismo entre republicanos y PSC sólo se rompió en estas últimas elecciones generales, a las que ERC llegó con los deberes hechos y una nueva dirección, mientras que el partido de Montilla prefirió posponer una vez más el ineludible Congreso Nacional para evitar abrir la caja de pandora justo antes de los comicios. Los resultados están encima de la mesa: Esquerra consiguió mantener los tres diputados de 2008, mientras que el PSC no logró poner freno a la estrepitosa caída.

La pérdida de identidad propia ha sido señalada por el ala catalanista como otro de los factores más importantes a la hora de explicar la debacle, ya que el abandono del discurso más catalanista ha coincidido con el auge del independentismo en el Principat, que en los últimos meses ha alcanzado máximos históricos, según las últimas encuestas publicadas.

Lejos de la concepción inicial de los padres del partido, el PSC ha dejado de lado su carácter diferenciado respecto al PSOE para convertirse en una simple sucursal del partido español en el Principat.

En manos de la próxima dirección quedará decidir si siguen en la dinámica actual o recuperan la esencia del primer PSC, en cuyos estatutos consta Catalunya como «una nación con un territorio, una lengua, una cultura y una historia propias que configuran una comunidad nacional».

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