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Juan Mari ArregiI Compañero de Teresa Monge

Viví de prestado más de dieciocho años

El día 14 de diciembre, hoy hace 18 años, volví a nacer gracias a que hubo una familia, a quien desconozco, que donó los riñones de un hijo joven cuya cabeza fue golpeada mortalmente por la carga de una furgoneta que transitaba por la zona de Uribe Kosta. Uno de sus riñones me «tocó» a mí... Gracias a los familiares de ese joven he podido vivir de prestado 18 años más. Siempre tuve interés en poder conocer a esa familia para expresarles mi mayor agradecimiento porque, tras más de cinco largos y duros años de diálisis, me dieron la vida que yo estaba perdiendo y que, de no haber llegado a tiempo ese órgano vital, habría perdido mucho antes. Acabo de morir el pasado día 30 de noviembre, y lo que más me ha fastidiado ha sido que ese riñón, que en mi cuerpo seguía vivo -mi muerte no ha tenido directamente nada que ver con la evolución de ese riñón que se mantenía perfecto-, no haya podido ser aprovechado para que otra persona hubiera renacido, como yo

Soy consciente de los protocolos existentes sobre el anonimato de las donaciones. No obstante, me gustaría poder agradecer directamente a los familiares de ese joven con cuyo riñón viví de prestado durante 18 años. Como no he podido conseguirlo en vida, ya que acabo de situarme en «otra dimensión», desearía que, si les llega este mensaje, se pongan en contacto con mi compañero (Juan Mari), cuya dirección podrían conseguir en este diario. Agradezco también a los enfermeros y enfermeras, médicos, chóferes de ambulancias que participaron en el traslado urgente de aquellos órganos que fueron vitales para mi supervivencia, así como también a todo el personal del equipo vasco coordinador de transplantes.

Agradezco profundamente también a quienes, médicos, enfermeras, participaron en la operación de transplante, así como a quienes me han mantenido, con su asistencia periódica, a lo largo de esos últimos 18 años. De forma especial a los doctores Cabrera y Vigón y personal sanitario, que me ayudaron durante los duros años de diálisis, en el Hospital de Basurto, previos al transplante, así como a los doctores y doctoras Amenabar, que me transplantó, Sofia, Lampreabe, Muñiz, etc. que, desde el Hospital de Cruces, me acompañaron, con sus revisiones, durante esos 18 años de transplantada, etc. Tampoco olvido al personal de Urgencias de Cruces y Basurto, donde tantas veces tuve que ingresar. Mi mensaje final es que quien ame la vida sepa que, aunque muera un día, la puede proseguir en otra persona siempre que haya donado sus órganos.

Como en mi vida no solo padecí de riñón, agradezco también a quienes, médicos, enfermeros y enfermeras, participaron en el Hospital de Basurto en la grave y delicada operación de corazón que padecí hace 22 años, cuando estaba aún en diálisis. Quiero recordar de forma especial a los doctores Zuazo, que me operó, y a Arrillaga, que me siguió hasta el último momento. Finalmente, agradecer a quienes, familiares, amigos y amigas, me habéis ayudado y acompañado durante estos años y habéis participado en mi despedida. Permitidme que cite de forma especial a Maribe, Txaro y Pedro. Os quiero a todos y todas y a cada uno y una. No estéis tristes, porque mi hora llegó después de un día muy feliz. Agur eta beti arte.

Teresa Monge Martínez (desde la «otra dimensión»)

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