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Ainara Lertxundi Periodista

Un viaje íntimo a las montañas kurdas

Zanyar Adami tenía cinco años y medio cuando, por primera vez, se subió a un avión en el aeropuerto de Bagdad con destino a Suecia. Viajó solo, sin la compañía de sus padres. Hasta ese momento, los únicos aviones que había visto arrojaban bolas de fuego. Un año después, se reunió con su familia.

La primera infancia de Zanyar transcurrió sin la presencia física de su padre, Taher, a quien veía como a un «héroe que aparecía y desaparecía de repente» con su fusil al hombro.

Su vida en común comenzó años después en Estocolmo, a donde fue enviado por problemas de salud. Sus padres se quedaron luchando con la guerrilla en las montañas kurdas.

Ya de adulto y con un hijo por nacer, Zanyar intenta reconstruir esa parte de su vida, el porqué de ese «abandono» y la militancia de Taher, cuyo gesto sonriente y, al mismo tiempo, serio deja intuir al espectador el sufrimiento acumulado y las ausencias provocadas por un conflicto que, oficialmente, ha ocasionado 70.000 muertos desde 1984.

Pero su necesidad de conocer e indagar choca frontalmente con el deseo de olvidar, de callar de Taher. Su voz enmudece cuando su hijo le pregunta sobre su encarcelamiento, sobre si sufrió torturas y de qué tipo, sobre su vida en las montañas.

Dos estrategias para confrontar las heridas de un mismo conflicto que caminan de la mano en el reportaje «El hijo de la guerrilla», producido por el propio Zanyar y emitido por la cadena Al Jazeera, y que aporta una mirada diferente al modo de abordar los conflictos, en este caso el kurdo.

En ese viaje de regreso al pasado con parada en el presente, Taher se reencuentra en Suecia con su madre, a quien no veía desde hacía 18 años y a quien probablemente no volverá a ver cuando la acompañe a la terminal de salidas.

El caso de Zanyar no pertenece al pasado. En 2009, de los 300.000 refugiados que cruzaron las fronteras con Europa, la tercera parte eran niños sin acompañamiento procedentes de países como Afganistán e Irak, donde la guerra sigue siendo una realidad pese a que Obama la haya dado por finalizada.

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