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Raimundo Fitero

Toma y daca

La toma de posesión de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kitchner, fue retransmitida en vivo y en directo por varias cadenas televisivas. Se montó toda una fiesta, cívica, política, patriótica y sentimental, con tonos épicos y que duró varias horas. Ver la retransmisión en directo, a trompicones, en diversas situaciones y ambientes, es una manera de entender el fenómeno. Se ha polarizado la ciudadanía. Los que siguen a Cristina, y que le han dado una mayoría holgada, la adoran, pero el resto, la odian de manera ostensible. Pero se está produciendo una crispación muy poco recomendable. Se están perdiendo amistades por ser de uno u otro bando. A tener en cuenta esta situación que puede provocar problemas mayores.

Lo cierto es que la retransmisión era una joya del género, la exaltación a la lideresa, la ocupación de plazas aledañas, la fiesta, papeles blancos y azules nublando siempre la panorámica y por encima de todo, Ella, una mujer que domina de manera espectacular el tiempo, la retórica populista, la demagogia salpicada en el discurso para ir marcando un terreno de esperanzas proclamadas o que se convierte en emotivo, cuando recuerda a Él, a su marido fallecido, Néstor, que en las paredes dice alguien que «vive».

Es una maravilla de interpretación, de saber estar, de poder comunicativo, pero sin afectaciones, muy fresca, directa, alguien que parece estar lanzando el discurso sin papeles, espontáneamente y que mira a las cámaras y las atraviesa. Un misterio político sustentado en una figura que levanta pasiones. Atentos a este liderazgo.

Casi en paralelo vemos a Rajoy poniendo ya las vendas a las heridas que va a provocar en el cuerpo social, y lo hace con tan poca energía y leyendo de manera tan mecánica que además nos matará de aburrimiento. Y a la Casa del Rey emitiendo un comunicado que lo fosilizan en una muestra extraordinaria de opereta decimonónica. El yerno trincando, el Borbón cazando, y el pueblo pagando estos desmanes. Por cierto estaba en la toma de Cristina el «cuñao», el Príncipe sin periodista, y no le dieron bola en la tele. Salió mucho más Evo Morales, por poner un ejemplo.

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