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Arturo, F. Rodríguez | Artista

Tiempo (2)

El tiempo ya no es lo que era. El intervalo necesario para la observación y el análisis de las cosas: de la vida, de las políticas, de las artes, no solo se perdió con el incesante flujo de datos e imágenes, sino que con él también se perdió el recuerdo mismo de su necesidad. La función «pausa» está ahora en el mismo pulsador de la función «play» y su uso está condicionado por el «stand by» de otras tareas que prescindieron hace tiempo del «stop».

Pedimos eficacia en todo pero todo está diseñado para que no la haya: la tecnología se ha convertido directamente en obsolescencia programada y el tiempo de la cultura se ha convertido en un tiempo de ocio para el que no existe posibilidad de distracción, a riesgo de quedar fuera de juego.

Mientras, los relojes están por todas partes y las alarmas suenan permanentemente en los hogares y en las calles; la urgencia va cobrando valor. La idea de eficacia se unió perversamente a la de rendimiento, modificando la gestión del tiempo e imponiendo un ritmo universal. La subjetividad del tiempo que acompañaba a la producción artística se ha ido desvaneciendo hasta imponer un tempo insano o inconveniente a las obras visuales, a los proyectos y a las trayectorias de los y las artistas.

Incluso las exigencias que nos hacemos a nosotros mismos bajo la presión de la eficacia resultan ser el perfecto generador del malestar social que, como no puede ser de otro modo, genera mercado.

Volver a poder perder el tiempo, reivindicar un tiempo subjetivo y procurar la discontinuidad serán a partir de ahora fundamentos para una nueva divergencia cultural.