El científico alemán Johannes Kepler (1571-1630) fue quien dio forma matemática al movimiento de los planetas del Sistema Solar. A principios del siglo XVII, las conocidas como «tres leyes de Kepler» establecieron, por ejemplo, que todos los planetas se desplazan alrededor del Sol siguiendo órbitas elípticas.

En las últimas semanas, su apellido ha vuelto a ponerse de rabiosa actualidad, también en relación a ciertas órbitas planetarias. Los cuatro siglos transcurridos desde que este gran matemático y astrónomo pusiera orden en nuestro sistema han llevado los límites de la exploración estelar mucho más lejos, gracias, entre otros avances tecnológicos, al telescopio espacial Kepler, que orbita alrededor del Sol en el interior de un satélite artificial desde 2009.

A partir de entonces, Kepler es una denominación cada vez más extendida a lo largo y ancho del «callejero estelar», ya que con ese nombre, acompañado de un número, se van bautizando las estrellas descubiertas a través de su fotómetro.

Habitables en el pasado

Ayer mismo se dio a conocer que un grupo de astrónomos que trabajan con el telescopio Kepler ha descubierto un par de planetas del tamaño de la Tierra orbitando una estrella similar al Sol, si bien se cree que ninguno es apto para albergar vida. Y el mes pasado se descubrió un planeta más grande que la Tierra, llamado Kepler-22b, que orbita a la distancia correcta de su principal estrella para que exista agua líquida en su superficie.

«Kepler-22b tiene la temperatura correcta, pero es muy grande. Los planetas que anunciamos ahora tienen el tamaño justo, pero la temperatura es muy elevada», puntualizó David Charbonneau, de la Universidad de Harvard, a los periodistas durante una conferencia telefónica. «Pero pueden apostar que sigue la búsqueda para hallar un planeta que combine lo mejor de ambos mundos, un verdadero gemelo de la Tierra», añadió. Los nuevos planetas, llamados Kepler-20e y Kepler-20f y que orbitan muy cerca de su estrella principal, acompañan a otros tres gigantes compuestos de gas en uno de los sistemas planetarios más grandes hallados hasta el momento.

«Si Kepler-20f se formó con agua, lo que creo que es probable, entonces podría haber haber tenido agua varios miles de millones de años», señaló Linda Elkins-Tanton, del Instituto Carnegie en Washington D.C. «Y eso quiere decir que este planeta podría haber sido habitable en el pasado por un extenso período», añadió.

Este sistema se localiza a unos 1.000 años luz de distancia de nuestro planeta, en la constelación Lyra.