Mikel INSAUSTI

La versión original de “The Yellow Sea” pasa de las dos horas y media, mientras que la que se distribuye aquí se queda en dos horas y veinte minutos, aunque la que se estrena en los EE.UU. es todavía más corta. Parece mentira que a estas alturas sigan existiendo reservas ante el cine coreano y su sentido del tiempo profundamente oriental, porque al segundo largometraje de Na Hong-jin no le sobra nada. Lo que narra es la terrible odisea de un inmigrante, cuyo largo y accidentado recorrido no admite el tan occidental recurso de la elipsis. Y eso que su viaje de idea y vuelta nunca será completado por culpa de las fronteras que se cobran las vidas de quienes intentan cruzarlas ilegalmente, más aún en una zona tan conflictiva como la que separa China de las dos Coreas. El protagonista es un «chosunjok», uno de los muchos norcoreanos que en el lado chino trabajan como mano de obra barata. Un taxista acosado por las deudas de juego y la obligada ruptura familiar, debido a la necesidad de su mujer de buscar fortuna en Corea del Sur.

Na Hong-jin divide “The Yellow Sea” en cuatro capítulos, pero hay dos grandes partes perfectamente diferenciadas. La primera tiene un ritmo contenido, dentro de un estilo cercano al del drama social sobre la inmigración. La segunda se acelera y deriva hacia la acción espectacular, repitiendo el tema de la persecución o caza al hombre que el cineasta surcoreano había exhibido en su ópera prima “The Chaser”. En medio el thriller de suspense psicológico sirve de transición al thriller violento. Ocurre así porque el taxista reconvertido en asesino a sueldo debe observar detalladamente los movimientos de su víctima, hasta que alguien le toma la delantera y, por sorpresa, hace su trabajo. A partir de la sangrienta escena cambia la decoración y se impone una lucha salvaje, ya que el mafioso encarnado por Kim Yun-seok utiliza cuchillos y hachas para las peleas, siendo la policía surcoreana la única que dispara armas de fuego con su habitual torpeza.