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El mismo y el otro

Decía Montaigne que para construir la identidad propia resultaba ineludible recurrir a los otros, a la comparación con ellos, de la que habitualmente se salía ganador. Es la experiencia de la alteridad el objeto primordial de este museo que es una maravilla desde su edificio, diseñado por Jean Nouvel, y sus jardines hasta el interior compuesto de manera laberíntica, donde se nos conduce por los cinco continentes.

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Iñaki URDANIBIA

Si lo que afirmo es una invitación a visitar dicho museo, en estos momentos es más recomendable todavía, pues entre las exposiciones temporales (además de las dedicadas a los Maoris, los samuráis, etc.) hay una que debería ser de visita obligatoria, para jóvenes y adultos; de los primeros sí que se podían ver numerosos grupos de acompañados de sus profesores... lo cual es de alegrar, pues la muestra es una embestida, como una vacuna, contra la xenofobia, el racismo, la aporofobia y el etnocentrismo y un muy logrado refuerzo de cara al respeto a la diferencia.

La exposición de la que hablo hace un detallado recorrido, apoyándose en más de quinientas piezas (fotos, carteles, películas, etc.), para conocer cómo ha funcionado el conocimiento de los otros (extranjeros, seres lejanos, etc.), primero guiados por la curiosidad y el miedo al extraño, por sus maneras de vestir y de comportarse y hasta por su propia apariencia física, y luego ya con afanes claros de domesticación y de sacar provecho económico de ellos, esquilmándoles y utilizándolos como mano de obra esclava. Si la visión de los otros siempre ha funcionado, hundiendo sus orígenes en la noche de la historia, como espectáculo -ahí están los ejemplos de los egipcios exhibiendo enanos procedentes de Sudán, los romanos exponiendo a la mirada pública gigantes varios, sin obviar el trato de los griegos para con los bárbaros, venidos del Norte, y cuyo nombre fue tomado por pura onomatopeya del modo extraño de hablar: bar, bar, bar-. Si lo que subrayo es cierto, el momento realmente decisivo en este tránsito hacia nuestra actualidad fueron los viajes al mundo nuevo a los que arrivaron con sorpresa los descubridores del que trajeron desconocidos productos alimenticios e indios desnudos que fueron mostrados a los reyes como si de seres cercanos a los animales se tratase; muestra, por otra parte, de la variedad de la creación ideada por el todopoderoso.

Se comenzó entonces a darse al por mayor el contacto con seres diferentes que fueron considerados de inmediato como seres inferiores con respecto a los blancos, cuya superioridad se extendía al aspecto físico, al lenguaje, al desarrollo en el vestir y en la aplicación de técnicas ignotas para los «descubiertos» que vivían poco menos que como Dios los trajo al mundo, lo cual conllevaba que estos se convirtieran en dueños y los otros en esclavos.

Mayor vuelco se dio todavía a finales del siglo XIX en el que, basándose en supuestos avances científicos, se desarrolló una nítida teoría de la razas (los blancos obviamente inteligentes y desarrollados, los amarillos con tendencias al engaño y a la trampa, los negros salvajes y atrasados, seres cercanos a los animales y constituyendo una especie de eslabón intermedio, incompleto, entre el reino animal y el humano), acompañada de técnicas para mediciones craneales, estudiar los rasgos faciales asignándoles valores varios y tomando apoyo para ello, tergiversándolas, en las teorías darwinianas.

A este estado de la cuestión siguió una proliferación de exposiciones que arrancaban a hombres, mujeres y niños de sus países para exhibirlos como si fuesen monos en circos, museos y teatros (el centro de Estudios Egyptians de Londres, el Panoptikum berlinés o el Folie Bergère parisino por nombrar varios lugares destacados) y numerosas exposiciones coloniales. El espectáculo estaba servido y la cosa alcanzó el delirio cuando se crearon zoos humanos, «jardines de aclimatación», en donde se conservaban nativos de los lugares en que vivían los animales, que también se mostraban. Zulús, seres deformes y monstruosos (el caso de Saartje Baartman, la «Vénus hottentote» originaria de África del Sur, que fue presentada en distintos escenarios parisinos y londinenses, resulta paradigmático y es ampliamente documentado), indios americanos (con la jefatura del legendario Bufalo Bill), otras tribus africanas, australianas, etc. Cuando a finales de los treinta del siglo pasado parecía que semejante trato (de negros) comenzaba a caer en desuso, irrumpieron las huestes pardas con sus propuestas eugenésicas en pos de mantener la raza pura, la suya, y extirpar de la capa de la tierra a las razas impuras, puros parásitos, etc., etc., etc.

El disfrute de las gentes de bien

Impresionantes fotografías, impactantes carteles de época, películas de danzas «salvajes», aparatos de medición y numerosos vídeos que permiten ver en vivo distintos espectáculos de los nombrados y aberrantes comportamientos hacia los traídos de otras geografías, para el disfrute de las gentes de bien ante el exotismo de esos seres inferiores... Un juego de imágenes a modo de juego de espejos, a la salida de la exposición, nos confronta con el discurso de un muchacho con síndrome de Down, con un tipo «feo», con algún clochard, con algunas mujeres que no se conforman con los roles que habitualmente se les asigna, con una pareja de homosexuales, exigiendo todos ellos la igualdad y el respeto a las diferencias: de aspecto, de hábitos, de... ¡Impactante! ¡Una decidida apuesta a favor de la unidad de la raza humana!

Quien vaya a París ha de acudir a esta exposición, seguro que le conmueve y que le enseña cómo se han forjado las visiones de la superioridad occidental, la de los normales, la de los blancos y rubitos (wasp)... frente a la chusma de por ahí.

 

Ficha

Exposición: «L´invention du sauvage. Exhibitions».

Lugar: Musée du quai de Branly / 37, quai Branly, París.

Fecha: Hasta el 3 de junio de 2012.

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