El caminar del sábado fue lento. Tanto, que por momentos parecía que se retrocedía. Y en algunos momentos así era, porque llegados a Zabalburu los caminantes se giraban para asombrarse con una multitud que reventaba Autonomía y, al hacerlo, daban pasos hacia atrás en un retroceso que no era sino un avance.

El caminar de este pueblo también es lento. Tanto, que por momentos parecía que se retrocedía. Pero sólo parecía. Llegados a este punto, intuimos que no es así. Y sabemos que a pesar de que en ocasiones determinados procesos se nos antojan cargados de lentitud, lo importante es que sigan su propio tempo para que puedan llegar a su destino.

El caminar del sábado fue lento. Pero la velocidad endiablada de los medios de comunicación aceleró en segundos aquellos miles de pasos y los transportó a cientos de kilómetros, haciéndolos resonar, entre otros lugares, en pasillos ministeriales de Madrid y París, donde observan con preocupación la determinación con la que se avanza en Euskal Herria hacia un futuro en el que se respeten todos los derechos individuales y colectivos. Un futuro en el que podamos girarnos para contemplar el itinerario recorrido, para reconocernos en nuestros errores y reconfortarnos en nuestros aciertos, un futuro que nos permita recorrer nuestro propio camino sin que nadie decida pararnos si así no lo queremos.

El caminar del sábado fue lento, pero cada paso fue la constatación de que hay una vía que se está construyendo y en la que más pronto que tarde transitarán libremente muchos más, entre ellos aquellos por cuyos derechos más elementales miles de personas se manifestaron el sábado. Hay camino.