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Carlos GIL Analista cultural

Periscopio

Si la cultura fuera como la economía, se podría vivir de las obras no escritas, de los conciertos no tocados, de los cuadros que no han pasado del esbozo mental. Te vendo entradas para mi ballet que estoy pensando en este lunes en cuesta. Y que se formen colas en los cajeros automáticos. La vida se cataliza tanto en los hechos tangibles como en los sueños. La memoria es un compendio de emociones creadas por los hechos y por la imaginación. Yo he volado tantas veces en mis sueños que un día lo intentaré y seguro que lo consigo. Aunque sea cincuenta centímetros, lograré desplazarme como ave de corral.

El sistema de ayudas a la creación cultural se basa en una especulación de futuribles. Se ayuda a lo que alguien jura que hará. Por lo tanto es tan importante la idea, como las herramientas para presentar el proyecto. Una escuela de ingeniería cultural relativa, el paraíso de los powerpoints. No sirve que alguien tenga experiencia, solvencia, quinquenios e ideas. Como no tenga un aparato de propaganda que ayude a presentar, a diseñar, a vender las bondades de eso que no es nada más que un embrión, puede quedarse con él en su currículum de obras no inventariadas.

Vista la vida cultural desde el búnker submarino casi todos los bultos son sospechosos. En la superficie, cuando se abre la escotilla y entra la brisa fresca o el hedor pestilente, esas sirenas varadas ya se parecen más a bailarinas sin coartada. El horizonte es impresionista y al apagar los motores se escucha un estribillo vindicativo: la cultura no se rebaja. Lanzado en parábola choca contra el malecón y se transforma en miles de barquitos de papel de colores con la proa hacia el infinito.