A cien días de las presidenciales, una de esas agencias de notación acaba de tumbar otro cimiento que sustentaba la campaña de Nicolas Sarkozy y en su lugar ha colocado un signo más, que podría confundirse con un símbolo positivo pero que en realidad es una cruz, una cruz griega. Griega no ya por la equidistancia de sus brazos sino por uno de los pasos, quizá el más dramático, del calvario de esta crisis financiera que arrastra Europa desde hace un par de años. Esa cruz se está volviendo cada vez más pesada, pero como en cualquier régimen capitalista, y en toda Europa así es, la mayor parte del peso lo soportan las familias más humildes. Y la ecuación parece simplista, pero resulta que esa cruz mal mirada es una equis que, al despejarla, emerge con nuevos brazos brotando de manera perpendicular en una cruz gamada que no es sino una respuesta populista y estremecedora a una injusticia muy real.

La crisis del 29 en Wall Street, del 30 en Alemania, también alimentó esvásticas. La comparación puede resultar reduccionista, pero el fortalecimiento de la extrema derecha europea es un hecho en varios países como Francia, donde Marine Le Pen, heredera del ideario xenófobo, ultranacionalista y antieuropeísta de su padre, escala posiciones en los sondeos con un mensaje anticapitalista en el que destaca un ataque furibundo al sistema financiero y a sus protectores los bancos.

A cien días de las presidenciales, Nicolas Sarkozy tiene dos cruces más que arrastrar, la que le ha colocado la agencia de notación y la otra, ésa equis de brazos doblados en ángulo recto que amenaza por pasarle por encima. A él y a gran parte del país.