Análisis | referendo de independencia en escocia
Londres desafía a Edimburgo
Las injerencias de Londres en torno al referendo de independencia en Escocia han provocado un encendido debate. David Cameron ha aceptado reunirse con Alex Salmond, pero después de que este lo haga con el ministro británico para Escocia, que ha propuesto una cita el jueves en Edimburgo. Los conservadores quieren que la consulta se celebre cuando antes, cuando las encuestas de opinión muestran que el apoyo a la independencia no es aún una amenaza para la integridad del llamado «Reino Unido», mientras que Alex Salmond plantea hacerlo en 2014, convencido de que el tiempo añadirá más apoyos a la causa de una Escocia independiente.
Soledad GALIANA
La actualidad política británica ha estado dictada esta última semana por los planes y procedimientos del futuro referendo para la independencia de Escocia, que ya es una realidad incluso para los que se oponen a la división de Gran Bretaña. De hecho, el primer ministro británico, el conservador David Cameron (y un conservador es la expresión máxima unionista) abrió el año con una entrevista en la cadena pública BBC en la que no solo se refirió a esta consulta, sino que ya demostró que la injerencia en el debate soberanista escocés va a ser su estrategia.
En esta entrevista, Cameron ya se adjudicaba decisiones en cuanto al texto y a la fecha, cuando la negativa al referendo, que se decide y se aprueba en el Parlamento de Edimburgo, se les escapa de las manos, porque como bien comentaba en su blog el líder nacionalista y primer ministro escocés, Alex Salmond, los conservadores son tan escasos en Escocia como los osos panda.
De estadistas es la magnanimidad, y Salmond, que ha observado cómo en la última semana el Gobierno de Londres ha intentado apropiarse de un proyecto que es uno de los fundamentos de la política del Partido Nacionalista Escocés (SNP), ha tendido la mano a Cameron para ofrecerle una reunión, aunque no se ha cortado a la hora de denunciar el «bullying» al que se estaba sometiendo a los escoceses.
Las principales razones del desencuentro entre Londres y Edimburgo son fáciles de definir, basta con ver cuáles son las imposiciones que el Gobierno británico quiere imponer sobre el escocés. La discusión se ha centrado en la fecha para la consulta y el texto de la pregunta, porque, sí, los conservadores británicos ya tienen superada la aceptación del derecho de autodeterminación de las naciones sin Estado, incluso las que existen dentro de su jurisdicción.
Los conservadores quieren que la consulta se celebre cuando antes, en un plazo máximo de dieciocho meses, cuando las encuestas de opinión muestran que el apoyo a la independencia no es aún una amenaza para la integridad del llamado «Reino Unido», mientras que Alex Salmond plantea la fecha del 2014, porque está convencido que el tiempo añadirá más apoyos a la causa de una Escocia independiente.
Precisamente, desde el SNP se apuntaba a cómo el respaldo a la independencia crece entre los escoceses. En la última encuesta de opinión publicada el 12 de enero por el diario sensacionalista «The Sun», el apoyo a la independencia ha crecido en cuatro puntos, hasta situarse en un 33%, mientras que la oposición a esta opción perdía cinco puntos, hasta colocarse en un 53%.
El diputado nacionalista y directo de la campaña para la consulta popular, Angus Robertson, afirmaba que este es un buen resultado, porque «confirma que el apoyo a la independencia continúa creciendo». «A la vista de este crecimiento en tan solo unos meses, estamos confiados en que conseguiremos un voto mayoritario de apoyo a la independencia en el referendo del 2014», aseguró Robertson. Precisamente por eso, los opositores a la independencia (conservadores, laborista y demócratas liberales) desean que la votación se realice lo antes posible.
La segunda cuestión es la de las opciones que se les presentaran a los votantes escoceses. Inicialmente, las opciones se centraban en la permanencia o salida de la Unión con Inglaterra, Gales y el norte de Irlanda, sin embargo Salmond no descarta la inclusión de una opción intermedia, que los medios de comunicación han llamado «Dev Max» (Devolución/Transferencia Máxima), que exigiría a Londres la independencia fiscal escocesa. Precisamente a esta opción es a la que se opone Londres, porque puede ser tan peligrosa para la Unión como la propia independencia.
Hasta que los nacionalistas escoceses asumieron el poder, Escocia había vivido en la creencia de su dependencia económica respecto a Londres: Escocia es pobre y vive de los donativos de Londres. Con los nacionalistas, el concepto ha cambiado, porque se ha empezado tomar conciencia de los recursos escoceses, de los que durante décadas se ha beneficiado la economía británica.
Salmond, en un artículo publicado en su blog explicó que las estadísticas de crecimiento económico muestran que Escocia es la región «más próspera» de Gran Bretaña, solo por detrás de Londres y del sureste inglés. El PIB de Escocia se sitúa en el 99% de la media británica, y con anterioridad a la crisis económica mundial el presupuesto escocés presentaba un superávit frente al déficit del resto de Gran Bretaña. Esto se debe a las reservas petroleras del Mar del Norte, que Salmond exige vuelvan a las manos de los escoceses.
El Gobierno de David Cameron sabe que los indecisos o temerosos, o incluso unionistas residentes en Escocia, podrían apoyar la opción del «Dev Max», que les otorga los beneficios de controlar su propia fiscalidad y elaborar sus Presupuestos sin el dictado de Londres. Estos son los mismos que votarían por permanecer en Gran Bretaña si la única otra opción fuera la independencia. Londres teme el impacto que esta tercera vía podría tener en el funcionamiento y estabilidad política y económica de Gran Bretaña.
Así pues, estas son las dos cuestiones que centrarán los encuentros entre Salmond y Cameron, porque otros desacuerdos, como la institución que organizará el referendo -Londres quiere que lo haga la Comisión Electoral mientras que Salmond defiende la creación de una institución independiente- o la edad mínima para ejercer el voto -Salmond quiere que se vote a partir de los 16 años- no resultarán tan decisivos en el resultado de la votación.