Maite SOROA | msoroa@gara.net
Loas a Don Manuel
Los demócratas orgánicos que no solo no tuvieron que reconocer el daño causado ni pedir perdón, sino que además pasaron a expender carnés de demócrata, y sus descendientes ideológicos se deshacen estos días en elogios hacia Manuel Fraga. Y la prensa más reaccionaria, además de recoger todos sus testimonios, se suma a sus alabanzas al maestro.
La edición de «Abc» de ayer ofrecía un buen muestrario de maneras de hacer comulgar con ruedas de molino. Dedicaba su artículo del día, firmado por el ministro de Justicia español, Alberto Ruiz-Gallardón, a «Don Manuel», con ese mismo título, desde luego más adecuado, por español, que «Don Vito». El artículo es una sucesión de tópicos, que se supone hay que decir sobre quien acaba de morir, aplicados a una «Historia» que nos han contado muchas veces pero que no cuela, con frases retóricas como esta: «Por ser el fundador del moderno moderantismo español, nos enseñó valores de rigor, entrega e inconformismo como parte de una misma manera de buscar el progreso desde una reforma continua de la realidad». Con eso del «moderno moderantismo español» se refiere a lo que vino después de Franco, de lo que el finado ya dio pistas en Gasteiz y Montejurra.
De entre los numerosos artículos dedicados a «Don Manuel» en el mismo diario, destaca el de Herman Tertsch, ejemplo de moderación, que titula su pieza «Ese odio necio», y comienza solemnemente: «Ha muerto Manuel Fraga Iribarne. Antes que nada, un gran hombre», lo que recuerda al título del documental «Franco, ese hombre» de José Luis Sáenz de Heredia. Después afirmaba que «Manuel Fraga representa la grandeza de la política ejercida desde la convicción y el sacrificio». Ya, igual que los poderes españoles demuestran constantemente «la grandeza de la democracia». Esa afirmación, que había escrito anteriormente en Twitter, provocó que le cayera «la del pulpo». Pero las respuestas de quienes le recriminaban eran, según Tertsch, consecuencia de «la absoluta falta de información que reflejaban todos esos mensajes de odio militante». Y el hecho de que exista «una corriente no desdeñable de esta opinión disparatada y enfermiza no es casual. Y hay responsables». Ya se los imaginan, ¿no? Efectivamente, «la falsificación de la historia en las regiones dominadas por el nacionalismo ya lleva instituida oficialmente más de tres décadas». Ya lo había dicho antes «Don Manuel».