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Garzón: El hombre que ve venir su ocaso

Baltasar Garzón se sentó ayer como acusado en el Tribunal Supremo por la primera de las tres causas que pueden acabar retirándole de la carrera judicial con la peor acusación que cabe hacerle a un juez, la de prevaricación. Le acusan de haber intervenido las entrevistas en la cárcel entre imputados y sus abogados.

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Iñaki IRIONDO

Los principales acusados en la trama Gürtel han conseguido sentar a Baltasar Garzón ante el Tribunal Supremo por haber ordenado la intervención de las conversaciones que mantuvieron en prisión con sus abogados sabiendo que esto era ilegal. La acusación: prevaricación y violación de las garantías constitucionales. La pena solicitada: hasta 17 años de inhabilitación, lo que acabaría definitivamente con su carrera.

Ante el inicio del proceso, la dirigente del PSOE Carme Chacón afirmó que «algo falla cuando se sienta un juez en el banquillo por haber perseguido un caso de corrupción». La exministra de Defensa y candidata a la Secretaría General de su partido resumía así uno de los males que se achacan a la Justicia en el Estado español y que marcan la trayectoria del propio Baltasar Garzón: analizar la actuación de un magistrado en función de quién es el acusado.

Un mal instructor

Baltasar Garzón arrastra una fama de mal instructor que quienes saben de leyes consideran que la tiene ganada auto a auto. Han sido sonados algunos de sus patinazos en casos relacionados con el tráfico de drogas. Pero esas malas instrucciones no solo se debían a errores o falta de capacidad. La periodista Victoria Prego lo definió como «un hombre valiente que no ha tenido miedo en bordear la ley, incluso saltársela, en la lucha contra el terrorismo».

Si un juez se salta la ley está él mismo incurriendo en un delito pero, como era en «la lucha contra el terrorismo», todo el mundo miraba a otro lado, salvo quienes padecían sus arbitrariedades e injusticias. Hay, por lo que escribe Prego, antecedentes en la actitud prevaricadora del juez, pero era -podría decirse- «por una buena causa».

Podría entenderse también que personas como Carme Chacón o quienes ayer se manifestaban ante el Tribunal Supremo -entre ellos Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida, y la actriz, Pilar Bardem- lo que vienen a defender al final es que esa permisividad se mantengan siempre que cada cual considere que la causa que defiende Garzón es buena. Bien sea la lucha contra la corrupción política en el caso Gürtel, o bien la apertura de las fosas del franquismo, caso en el que, cabría recordar, acabó dejando tirados a quienes llenó de esperanza.

Se trataría, por tanto, de una forma de extender la doctrina del «derecho penal del enemigo» a lo que puede llamarse el «derecho penal del amigo». Lo que de siempre se ha conocido como «la Ley del Embudo». Baltasar Garzón puede saltarse la ley para empurar a «los malos» y nadie debe poder enjuiciar ese delito de Garzón porque es de «los buenos» o de «los nuestros».

¿Que detrás del encausamiento de Baltasar Garzón puede haber otros intereses políticos y corporativos ajenos a la búsqueda de la justicia? Por supuesto. De eso sabe mucho el propio magistrado. ¿O acaso pensaba que no se iban a atrever?

Del amanecer al ocaso

Cuando el juez se encontraba en su momento de mayor popularidad tras el encausamiento de Augusto Pinochet, la periodista Pilar Urbano le escribió una hagiografía consentida que tituló «Garzón: el hombre que veía amanecer». Hoy, lo que ve es venir es el anuncio de su ocaso.

Ayer se sentó por primera vez ante el Tribunal Supremo, acompañado hasta la puerta por algunos compañeros de la Audiencia Nacional. Por su condición de juez (aunque suspendido por el CGPJ) se colocó junto a su abogado y vistiendo toga. Luego, para el interrogatorio, se la quitó y no pudo evitar sentarse en el banquillo de los acusados

Se prevé que este juicio dure tres días. Y para el lunes está señalado que tenga que volver al TS y ser juzgado por haber iniciado una investigación sobre las fosas del franquismo sin ser competente para ello. En su favor tiene que la Fiscalía no considera que haya delito en ninguna de las dos causas, pero el hecho de que aun así el Supremo aceptara por unanimidad mantener la causa, hace cundir el pesimismo en el entorno del juez, a quien también se le acusa de rechazar una querella contra Emilio Botín después de que el Banco de Santander financiara un curso organizado por él. La suma de casos le dibuja un futuro muy negro.

 

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