Raimundo Fitero
Las puñetas
Entre los ciudadanos que defienden al señor Baltasar Garzón de manera fanática, cantantes, poetas, políticos y jueces, uno de ellos con trayectoria en la fiscalía, aseguró que «El Tribunal Supremo es una reminiscencia del fascismo». Lo dijo a gritos. Y como se trata de una persona que ha ocupado altos cargos en el organigrama de la justicia española, uno piensa que algo sabrá para así expresarse. Si del Supremo dice eso, con tanto alivio, ¿qué dirá de la Audiencia Nacional tan excepcional como es su actividad? Pues no dice nada porque una de las figuras de ese organismo es el señor de las puñetas, Baltasar Garzón. Y yo le preguntaría al señor Jiménez Villarejo, si eso del fascismo lo ve ahora, porque está su amigo juzgado, o lo ha pensado siempre, y no lo decía porque no afectaba a sus amiguitos.
Sentado en el banquillo de los acusados, Baltasar Garzón sigue siendo una estrella mediática. Está claro que le acusan de prevaricación, lo más grave que puede hacer un juez. Y que en este caso se trata de acciones emprendidas en la instrucción del caso Gürtel, por lo que sus defensores tienen un agarradero demagógico, porque ven la mano negra de la derecha social, política, jurídica y económica. Pero lo que deben saber esos amigos de Garzón es que lo están juzgando jueces. Es decir, sus pares, los mismos que han juzgado a muchos otros ciudadanos tras instrucciones del propio juez ahora juzgado. No es una acción popular revolucionaria, no, es un acto jurídico más.
La diferencia existente en este caso es que cuando se cometen aberraciones, se salta la ley a la torera, se dejan sin investigar flagrantes muestras de tortura, como acostumbraba a hacer el señor Garzón con los ciudadanos vascos, todos miraban para otro lado, aunque supieran que existían irregularidades garantistas. Ahora, por cansancio o venganza han decidido actuar.
Y la verdad es que lo tienen contra los considerandos. Verlo defenderse de manera tan lastimera, en el banquillo, con su toga y sus puñetas, nos recuerda el sufrimiento que ha provocado a tantos con sus redadas arbitrarias y sus instrucciones alocadas sin más versión que la policial.