«Los descendientes» sigue su carrera hacia los Óscar con la crítica a sus pies
Desde que se consagró con «Entre copas» en 2004, Alexander Payne solo había hecho televisión y participado en un filme colectivo. Los siete años de espera han merecido la pena, porque regresa como el maestro del drama con toques de comedia que es, tal y como demostró en «A propósito de Schmidt». Ahora no es Jack Nicholson quien tiene problemas propios de la madurez, sino un George Clooney que ha de afrontar una sensible pérdida y las cargas familiares.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
«Los descendientes» acaba de ganar dos importantes Globos de Oro en la categoría de drama, el de Mejor Película y el de Mejor Actor. Son dos premios que se repiten en otras entregas, junto al de Mejor Guión Adaptado, que es el que se ha llevado en los Satellite Awards además del de Mejor Película. La crítica de Los Ángeles y de otras ciudades también la han visto ganadora, con lo que sus opciones de cara a los Óscar crecen con paso firme y seguro. Los pronósticos se están cumpliendo, ya que la vuelta de Alexander Payne al largometraje era muy esperada.
Aunque dirige poco y se toma su tiempo entre película y película, los cuatro títulos que había firmado hasta la fecha responden a una progresión ascendente: «Citizen Ruth» (1996), «Election» (1999), «A propósito de Schmidt» (2002) y «Entre copas» (2004). El quinto viene a confirmar las mejores expectativas, confirmando que Payne siempre trata temas comunes en entornos originales que hacen sus películas diferentes.
«Los descendientes» adapta una novela del hawaiano Kaui Hart Hemmings, que se desarrolla en Honolulú, pero bajo un punto de vista realista que rompe con la imagen turística y paradisiaca del lugar. Al protagonista no le queda tiempo para tumbarse al sol, debido a que los problemas le agobian. Su mujer sufre un accidente practicando el esquí acuático que la deja en estado de coma. Por primera vez, este hombre que ya roza los cincuenta, habrá de hacerse cargo de sus hijas, lo que le llevará a tomar una serie de decisiones familiares comprometidas.
El drama suele resultar más evidente cuando surge en ambientes corrientes o pobres, así que en una isla dedicada al ocio como Hawai corre el riesgo de pasar desapercibido en medio de la frivolidad. Para arañar esa capa superficial y mostrar el dolor interior, Payne derrocha una gran sensibilidad con sus personajes, que los hace cercanos y creíbles. Aunque no todo es grave y profundo, pues no faltan los característicos toques de comedia tan suyos. El elemento desdramatizador lo incorpora el amigo de su hija adolescente, quien tiene los ojos más abiertos que él y le revela la verdad que ignoraba sobre su propio matrimonio.
Un buen año para Clooney
No hay duda de que Clooney en la época del Hollywood dorado habría sido uno de los grandes. Los Coen han llegado a ver en él a un Clark Gable, pero en «Los descendientes» está a la altura de Cary Grant o del mismísimo Spencer Tracy.
Tiene doble mérito que siendo un hombre atractivo en el mundo actual posea, además, la capacidad interpretativa de todo un clásico. Ya tiene el Globo de Oro, junto con los parabienes que está recibiendo por «Los idus de marzo», su cuarto largometraje como guionista y director, en el que vuelve a indagar sobre los entresijos de la política estadounidense. Y también hace ciencia-ficción, pues ha rodado a las ordenes del mexicano Alfonso Cuarón «Gravity», aunque en esta ocasión Sandra Bullock va a ser la heroina de tan atípico drama espacial en 3D.
George Clooney es una estrella que se interesa por su prójimo. El actor se define como «un paparazzi que acosa los genocidios». Tiene el poder de seducción de los hombres inteligentes pero también es de los que saben escuchar. En el thriller «Los idus de Marzo», su nuevo proyecto como guionista y director, encarna al gobernador Mike Morris, candidato demócrata a la presidencia, pintado en un principio como un «perfecto» candidato. Sin embargo, en una reciente entrevista concedida al diario «Le Figaro», Clooney aclaraba que no es oro todo lo que reluce. «Como se sabe, ser el candidato perfecto y llevar el timón son dos cosas diferentes. Sobre todo en un sistema bipartidista, como se ve hoy en día en Estados Unidos, donde no estamos pasando una buena racha política». En su opinión, la clave para ser un buen político es tener «la aptitud para no tomarse las cosas personalmente. Un actor o un político son iguales: vendemos nuestra imagen», sentenció a su vez en la publicación francesa «Paris Match». Según el actor, la razón por la que los políticos «pierden la cabeza» es por «un orgullo desmesurado. Piensan que no necesitan jugar según las reglas porque se creen por encima de las leyes. Son como los niños: mientras no se pinchan, continúan».
«Hacer política es como jugar al ajedrez, es muy sutil». Y es que, toda su vida gira en torno a la política. «La política forma parte de mi ADN: mi bisabuelo era alcalde, mi padre se presentó al Senado», por lo que Clooney sigue toda la actualidad política, aunque los escándalos relacionados con los políticos, a veces, le sobrepasen. GARA
En unos días se anunciarán las nominaciones a los Óscar -el día 24- y es más que probable que «Los descendientes», que se estrena hoy, figure en varias categorías, incluidas las de mejor película y director, para un Alexander Payne al que le ha costado volver al cine tras «Entre copas» (2004), con la que ganó el Óscar al mejor guión adaptado.
Título original: «The Descendants». Dirección: Alexander Payne. Guión: Alexander Payne, Nat Faxon y Jim Rash, sobre una novela de Kaui Hart Hemmings. Intérpretes: George Clooney, Beau Bridges, Robert Forster. País: EEUU, 2011. Duración: 115 minutos.