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La versión oficial sobre dos neonazis muertos sigue sin convencer

La Policía alemana investiga si un neonazi ha podido matar a otro antes de suicidarse en el suceso que tuvo lugar el pasado noviembre. Los abogados de su compañera, detenida, se quejan del régimen carcelario. Las autoridades justifican las medidas de control con el peligro de suicidio.
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Ingo NIEBEL

La muerte de dos neonazis bajo circunstancias no aclaradas a principios de noviembre en el este alemán sigue ocupando espacio en los medios de comunicación por las contradic- ciones que surgen en las versiones oficiales. La información sobre el caso está sometida a la consigna de que Alemania es un Estado de Derecho y por lo tanto han de excluirse todas aquellas opciones que contradicen a este postulado.

Todos aquellos que se atreven a cuestionar las versiones oficiales en torno a la violenta autodisolución del grupo llamado Clandestinidad Nacional-Socialista (NSU) corren el peligro de ser tachados de «teóricos de la conspiración». Sobre todo el diario centroliberal «Süddeutsche Zeitung» (SZ), con su «experto» en temas de servicios secretos, Hans Leyendecker, al frente, se erige como institución que pretende saber diferenciar hasta dónde es legítimo cuestionar la versión oficial y dónde debería empezar la autocensura.

Dos meses después de que dos neonazis aparecieran muertos en su caravana, calcinada por dentro pero no por fuera, han aumentado las incógnitas en torno a las circunstancias de su fallecimiento. Primero se decía que ambos se suicidaron cuando dos agentes de Policía se acercaron al vehículo, que les seguían la pista después de haber asaltado un banco. Hasta hoy no se sabe cuánto dinero robaron.

Por «razones de investigación» la Policía no ha querido ofrecer más detalles al respecto. La existencia de una tercera persona, que algunos testigos dicen haber visto tanto en cerca del banco como también en los alrededores del vehículo es otra de las incógnitas que Leyendecker ubica en el ámbito de una «teoría de conspiración».

A cambio ofrece ahora otra hipótesis policial, según la cual el neonazi Uwe Mundlos mató de forma fortuita a su correligionario Uwe Böhnhardt de un disparo efectuado a corta distancia con una escopeta de postas, modelo Pumpgun Winchester. Después incendió el vehículo antes de quitarse la vida.

Con esta nueva versión, tanto las autoridades alemanas como el periodista pretenden explicar la muerte de dos activistas que durante trece años habían cometido por lo menos diez muertes y varios atracos a bancos además de una serie de atentados con explosivos, sin que la Policía alemana ni los servicios secretos eran capaces de dar con ellos.

Hasta aquel 4 de noviembre la opinión pública no conocía la existencia de la NSU. Todos los delitos estaban sin aclarar y fueron atribuidos al crimen organizado.

La NSU salió a la luz cuando el día del incendio la correligionaria de los dos difuntos, Beate Zschäpe, primero voló la casa que en la que habitaba el trío y días más tarde se presentó en compañía de su abogado ante la Policía. Desde entonces está en prisión preventiva bajo un estricto régimen de control, tal y como denuncian sus letrados, en una información exclusiva para el SZ.

Los defensores se quejan de que su cliente solo tiene una hora para salir al patio, que está aislada de las demás presas y que tiene que dormir con la luz encendida. Las autoridades justifican estas medidas con el riesgo de suicidio que han deducido de declaraciones de Zschäpe. La defensa descarta esta intención, pero la palabra «suicidio» está sobre la mesa, sobre todo porque sí reconocen que su cliente está física y mentalmente agotada.

La sombra de los servicios secretos

Este suceso echa más leña al fuego para los críticos de la versión oficial porque Zschäpe es la única superviviente de la «célula» a la que el Estado alemán y la prensa han reducido semánticamente la NSU. Más grave es aún que hasta ahora no existe la más mínima prueba que relacione a la neonazi con las muertes, los atentados con bomba y los robos. Incluso es dudoso si la Fiscalía Federal le podrá acusar de integración en «asociación terrorista» porque esta debe tener al menos tres integrantes. En todo caso se le puede acusar de haber destruido la casa en la que vivía con sus dos «kameraden» muertos.

Detrás del trío se ha extendido la sombra de los servicios secretos. Por un lado, un investigador especial del Estado ha descubierto que en 1998 no se produjo la detención de Böhnhardt porque el servicio secreto interior clasificó un informe suyo como «confidencial» y que por eso la Policía no podía utilizarlo para solicitar al juez una orden de arresto. Para más inri, los agentes no podían registrar un garaje sospechoso porque se toparon inesperadamente con un candado que no pudieron abrir a tiempo. El trío pasó a la clandestinidad.

Igual de sospechoso resulta que el servicio secreto militar de Estados Unidos, la DIA, ya sabía en 2007 que la muerte violenta de una agente de Policía en el sur de Alemania era obra de neonazis. Así consta en un informe al cual ha tenido acceso la revista «Stern». Solo en 2011 la Policía alemana vincula a la NSU con esa muerte porque halló las armas reglamentarias de la muerta y de su compañero herido en la caravana incendiada.

Los espías estadounidenses observaban junto con colegas alemanes a dos personas supuestamente vinculadas al «terrorismo islámico». Los agentes de la DIA tuvieron que dejar la operación, según afirmaron, debido al tiroteo en el cual estaba «envuelto un oficial con ultraderechistas y una patrulla de Policía». Esta afirmación da lugar a más interpretaciones que requieren investigaciones que van más allá de lo que el Estado alemán y los rotativos afines permiten por el momento.

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