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Maite Sánchez Ruiz | Excomponente de Kukutza Gaztetxea

Gracias a todas las que defendisteis Kukutza hasta su último anochecer

La crueldad y brutalidad del derribo no fue solo un capricho de Azkuna. Era algo que llevaban preparando desde hace demasiado tiempo en oscuros despachos del Ministerio de Interior

Nunca conseguimos ser una amenaza seria para los especuladores. No pudimos hacer mucho contra multinacionales, bancos ni inmobiliarias. Ni siquiera contra Cabisa S.A. Nuestra incidencia en este sentido ha sido simbólica. Tampoco fuimos una molestia grave para el Ayuntamiento. Nuestra continua subversión de las ridículas normativas municipales y la cotidiana invitación a saltarse injustas leyes no resultó una gran amenaza para nuestro Consistorio. De vez en cuando alguna pataleta del alcalde y de nuestros amiguitos del PP, pero nada grave.

Hace unos cuatro años, las instituciones pusieron más interés con esa «histórica manía» que tienen de querer controlar todo movimiento alternativo, copiarlo, dividirlo o absorberlo (aunque haya gente que aun lo dude). Se montaron una hipócrita campaña sobre participación ciudadana. Había un interés especial por Rekalde. Y desde Kukutza les dejamos flipaos. Su capacidad organizativa, su referencialidad, sus incontables recursos, su nivel de coordinación y movilización... flipaos. A partir de ahí se habló de nosotras con más preocupación en el Ay-Untamiento y en otros espacios. Pero en oscuros despachos del Ministerio de Interior, Kukutza estaba fichada desde el principio. La Salve, Indautxu, Arkaute. Todos ellos estaban al tanto. Y todo porque una cuadrilla de conocidos «piojosos, porreras, vagos y radicales» la estaba liando parda. Ellos sabían que allí se aprendía a luchar. Y que se contagiaba. Allí aprendimos a compartir riesgos y responsabilidades, a asumir las consecuencias de nuestras acciones. Aprendimos de la dignidad, a ir por la vida con la cabeza alta. Aprendimos a querer y a crear, a ser más fuertes, a enfrentarnos al miedo y las contradicciones..

Sabían que, en aquel tiempo, en Kuku se juntaban las gentes rebeldes de Bizkaia y mucho más. Sabían que se reforzaban y se abrían nuevos frentes de confrontación política y de denuncia social, y que muchos colectivos populares se nutrían y nutrían a Kukutza. Y no perdían detalle. Supongo que para ellos Kuku fue también una herramienta de control social: con poner una cámara en la puerta y alguna infiltración que otra, allí fichaban a todo dios, actualizando así sus archivos (tu descripción, colectivo al que perteneces, círculo de relaciones, afinidad...).¡Todas estáis fichadas! ¡Colectivos de todo tipo, todos los movimientos populares, toda la gente que lucha, por fin, junta, unida y revuelta! Y eso sí que les jodía. Intentaron tumbarnos en 2001, cuando la Audiencia Nacional precintó Kukutza. Pero echamos un buen órdago y ganamos la partida. Y en 2004, y en 2005... Pero ellos tampoco olvidan ni perdonan.

Sabían que al principio señalábamos a la luna y la gente de nuestro entorno sólo nos miraba el dedo. Al principio estuvimos solas, pocas apostaron por nosotras. No se fiaban. Nuestro hacer a lo loco, desde abajo y sin pedir permiso descolocaba. ¿Demasiado radicales? Al principio fuimos criticadas, se nos exigía todo, aunque casi nadie nos daba nada. Pero lo conseguimos. Conseguimos mucho más de lo que habríamos soñado ese día de agosto de 1998 en el que entramos en Kukutza III.

Conciencia revolucionaria, rebeldía, desobediencia, organización y poder popular. Eso es lo que les jodía de verdad. Con el tiempo, a toda esa red de «proscritas, antisociales, revolucionarios y marginales» se fue uniendo todo lo demás: miles de personas y actividades. Cultura popular. Alternativas reales. Con una naturalidad increíble, algo impensable años antes. Y eso les reventaba, porque nunca fuimos angelitas buenas (aunque en los últimos meses muchos se empeñaron en pintarnos enormes alitas blancas). Sabían que en este tiempo de nuevas vías políticas y de crisis brutal, Kukutza iba a resurgir como herramienta referente y organizativa esencial en estos tiempos de agitados cambios en Euskal Herria (a la vez que tiempo de desahucios, despidos masivos, recortes de derechos y auge de las denuncias sociales).

Cabisa S.A. reconoce en un documento que en 2005 no se daban las condiciones políticas para efectuar un desalojo. Temían represalias. No fue una casualidad que el proceso del derribo se iniciara tan solo unas horas después de los resultados de las elecciones de mayo, donde se reafirman grandes cambios en la forma de abordar el conflicto político en este país. Era el momento de acabar con Kukutza. Para ellos era ahora o... tal vez nunca. Los del PP han salido bien limpitos de todo esto, aunque ahí queda su relación con Cabisa (como ejemplo, el escándalo urbanístico en Cantabria). Y siguiendo los pasos que inició Pepe Rey en «Ardi Beltza», la ecuación Cabisa-Cerezo evidencia la estrecha relación entre redes de narcotráfico y tramas de corrupción urbanística. Los del PSOE han jugado con nosotras para hacerle pupita al PNV. Con el pseudoapoyo a Kuku de personalidades sociatas quizás pensaban también ganar algún voto joven... como en el 15M. Su partido dirigió el operativo policial. Los del PNV no podían permitir más movilizaciones. Muchos de los suyos estaban implicados. Con su actuación han perdido unos votos y algo de salud.

Algunas de las nuestras necesitaron poner en el proceso de negociación su última esperanza, cuando el resto de las vías ya se agotaba. Otras sabíamos que eso nunca nos salvaría, y que las propuestas «progres» lanzadas desde distintos ámbitos (la cogestión con la Administración, la cesión de otro local, el pago de la deuda por parte del Ayunta y demás patinazos y mentiras) no encajaban con nuestra ideología, porque no luchábamos por un centro cívico ni por una Kukutza domesticada. La incidencia y gestión de Kuku superaba en un 200% la acción de las instituciones, y unas 20.000 adhesiones la apoyaban. La negociación con el Ayunta-Miento era solo una estrategia más para sumar gente, para ganar días en la lucha contra el derribo, no nuestra seña de identidad. Espero que ese proceso no sirva de referente, ellos siempre mienten. No les abráis la puerta, no los metáis en casa. Ellos nunca cederán, pues nuestra existencia cuestiona la suya, porque somos su antítesis, no una corriente paralela.

La crueldad y brutalidad del derribo de Kukutza no fue solo un capricho de Azkuna. No fue solo un problema económico ni urbanístico. Era algo que llevaban preparando desde hace demasiado tiempo en oscuros despachos del Ministerio de Interior. Y algo que muchos llevaban años soñando: que les dejen sueltos y carta blanca con todos sus juguetes (tanquetas, furgonas, explosivos, peloteros, porras, metralletas). Un gran campo de entrenamiento y desfogue durante días.

Muchos hablaron en nuestro nombre sin saber de qué hablaban. Afirmaron cosas que nosotras nunca dijimos. Y tras la masacre, algunos nos patearon el corazón con la sinrazón del «yo condeno, tu condenas»... pero nosotras no condenamos. Ni olvidamos. En estos 13 años, hemos perdido algunas batallas, ganado pequeñas victorias y miles de recuerdos. ¡Que nos quiten lo bailao! Quizás nos han partido la vida. Nos han robado todo. Han dejado a Bilbo sin barco, a Rekalde sin nada y a sus hijas un futuro incierto. ¡Y casi les sale gratis!

Pero en sus últimos días la solidaridad y la dignidad resurgió en miles de personas. Kuku no se merecía menos. Gracias a todas las que estuvisteis resistiendo y defendiendo Kukutza hasta su último anochecer.

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