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Iñaki IRIONDO

La oportunidad de acabar con la afonía

 

Mariano Rajoy recibió ayer a Patxi López en La Moncloa, pero coló hora y media antes a Ramón Luis Varcárcel, presidente de la comunidad de Murcia. Probablemente pretendía evitar las lecturas que podrían hacerse sobre que el lehendakari fuera el primer presidente autonómico con el que se reuniera. Pero el martes abrirá las puertas del palacio al presidente del EBB, Iñigo Urkullu, y la combinación de gestos tiene un significado doble. Por un lado, confirma que pese a sus intentos por disimularlo el nuevo tiempo abierto en Euskal Herria está entre las prioridades del Gobierno español, como se evidenció con el interés directo mostrado por el presidente sobre la reunión entre Antonio Basagoiti y el secretario general de EA, Pello Urizar. Pero también viene a dejar constancia de que tampoco Rajoy considera a Patxi López el genuino representante y líder de la sociedad vasca, y recurre de inmediato al encuentro con el PNV, a quien ya vino a nombrar en el Pleno de Investidura como interlocutor preferente en materias relacionadas con este país.

El PSE y el Ejecutivo de Lakua pretendieron montar una escandalera mediática a cuenta del discurso de Iñigo Urkullu tras su reelección al frente del EBB, cuando afirmó que «Euskadi necesita un Gobierno vasco de verdad». Patxi López y los suyos no debieran encelarse con la imagen que el PNV proyecta de ellos, sino preocuparse de que quien está al frente del Gobierno español, hoy Mariano Rajoy y ayer -peor aún- José Luis Rodríguez Zapatero, tenga a los jeltzales y no al lehendakari como verdadero referente político en la CAV. La costumbre de llamar a La Moncloa a Iñigo Urkullu tras los pasos de Patxi López -o incluso aunque el lehendakari no hubiera estado- la instituyó un presidente del PSOE.

No resulta aceptable -y fue un error estratégico del PSE-, pero puede ser comprensible que Patxi López no quisiera marcar perfil propio como lehendakari mientras un presidente de su partido gobernaba en el Estado español. Por lo que se ve, tampoco fue capaz de transmitir a Zapatero la especial sensibilidad con que se vivían en Euskal Herria los pasos que iban dando ETA y la izquierda abertzale. Es más, por momentos pareció estar mucho más fuera de juego que el entonces inquilino de La Moncloa. Ahora, con el adversario político del PSOE gobernando, tiene la oportunidad de reivindicar una voz propia que no desentone con el coro mayoritario de la ciudadanía vasca en busca de la normalización democrática. Se sabe que su continuidad en Ajuria Enea depende de la voluntad de Antonio Basagoiti de no dejarlo caer. Pero los cálculos del PP no dependerán de lo que haga López en esta materia, sino de sus propios intereses partidistas. A fin de cuentas, Rajoy y Basagoiti -también López- saben que quien vaya a sustituirle en Lehendakaritza no será ni del PSE ni del PP.

Con el reconocimiento de la Comisión Internacional de Verificación y los contactos con sus integrantes, con el mantenimiento de relaciones con todo el abanico político vasco, con sus mensajes en materia de política penitenciaria, el Gobierno de Lakua y el PSE empiezan a recuperarse de la pasada afonía. Probablemente eso no alargue su estancia en Ajuria Enea, pero facilita el camino hacia la normalización de la política en el país.

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