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Carlos GIL | Analista cultural

Sin dinero

 

El pensamiento reaccionario se encarga de transmitir una noción de dependencia del mundo cultural a los aparatos institucionales a través de ayudas y subvenciones. Ahora que los recortes están causando estragos, se frotan las manos y esperan la caída de unos cuantos grupos y compañías, museos, productoras de cine, orquestas, editoriales. El cierre de salas de exposición, la disminución de la actividad en las casas de cultura, en los teatros o habilitados y con ello el incremento de las cifras del paro.

Sin dinero no hay Cultura. Sin dinero no hay agricultura. Sin dinero no hay transportes públicos. Sin dinero no hay investigación, ni banca. Son muy pocas las actividades del primer sector, del industrial o del terciario que no necesite de la compensación de los estados en todas sus formas para su existencia y mantenimiento. Por lo tanto, hay que salir al paso de todas estas demagogias que aseguran que el mercado lo arregla todo. En lo cultural, no puede ser. El mercado desculturaliza, mercantiliza, desvirtúa el sentido de la creación y su relación con la sociedad.

Otra cosa es que el sistema de ayudas y subvenciones esté bien estructurado, que se precise afinar bastante más sus objetivos, que hay que seleccionar de una manera mucho más efectiva y que los poderes públicos deban ponerse al frente del nuevo diseño de las condiciones para poder acceder a esa colaboración imprescindible. La Cultura debe ser tomada como algo necesario para el ser humano, no una simple opción de ocio y entretenimiento, como quiere el mercado. Por eso se debe redistribuir el dinero para la Cultura para que alcance a todos los segmentos sociales.

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