raimundo fitero
Vergüenza ajena
Avista de pantalla 11:9, el descamisado Baltasar Garzón, parece un juguete roto. Todos los oportunistas que abanderan su defensa amparándose en su estado de decepción porque su pares, es decir, otros jueces, le han metido un severo correctivo, se definen con su propia pancarta: vergüenza. En todas las cadenas la sentencia ha ocupado muchos minutos, y en las tertulias han prevalecido las opiniones sobre esta situación extravagante en donde se empieza por valorar a un juez y se acaba hablando de la Justicia, en mayúsculas y con extensiones hasta la misma democracia.
La inhabilitación de Garzón se hunde en la propia contradicción del sistema. Cuando era un juez estrella tenía manga ancha para pisotear todos los derechos que le pasase por sus sucias ambiciones: cerrar periódicos, consentir o propiciar la tortura, hacer redadas sin causa, deteniendo a jóvenes por decenas, escuchar a los abogados, todo por lo que hora le han quitado las puñetas. Pero las diferencias son importantes, por una parte eran métodos «totalitarios» para combatir el «terrorismo», y en el caso juzgado, eran abogados de la trama Gürtel, es decir corrupción del partido en el poder.
Se entiende cierto cabreo de la ciudadanía, pero los que han mirado hacia otro lado con la tortura, los que no se plantean la propia excepcionalidad de la AN que se callen. Y los de IU, son los que se nos aparecen más patéticos. Porque encima Cayo Lara utiliza una metáfora demoledora para Garzón. «Han salido de cacería y ya tienen pieza». Exacto. Es la práctica metafórica y real del juez estrella.
Yo entiendo a la hija, y le voy a decir que no he brindado con champán; soy más modesto, de hacerlo lo haría con cava, pero le quiero refrescar la memoria y que sepa que su querido papá ha dejado a tantas hijas llorando, haciendo miles de kilómetros, sin trabajo, procesadas sin pruebas, por lo que comprenderá que no se sientan muy tristes en días como hoy. Y si el Supremo es fascista, lo es desde siempre, no sólo cuando juzga al juez prevaricador y consentidor de torturas durante décadas. Hoy se siente vergüenza ajena por tantos solidarios con la prevaricación.