Occidente excluye emprender en Siria una operación «a la libia»
Los estados occidentales excluyen una intervención en Siria siguiendo el modelo libio porque los riesgos militares son mucho mayores en un país mejor armado y apoyado por fuertes aliados. También dicen descartar armar a los insurgentes «de momento».
Desde Washington a la sede de la OTAN en Bruselas, pasando por París o Londres, los dirigentes occidentales no cesan de endurecer el tono de sus acusaciones contra el régimen de Bashar al Assad, pero cuidándose mucho de hacer sonar los tambores de guerra. «La OTAN no tiene ninguna intervención de intervenir en Siria», reiteró su secretario general, Anders Fogh Rasmussen.
La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, hizo afirmaciones similares a pesar de las peticiones de ayuda de opositores sirios o de algunos electos republicanos, que reclaman dotar de armamento a los insurgentes. Los europeos, que tomaron la iniciativa en el caso libio, se concentran hasta el momento en reforzar las sanciones, que presentan como el medio más eficaz de doblegar a Damasco, y evitan toda alusión a una operación del tipo «Protector Unificado».
«Una de las verdaderas dificultades que encontramos es que todo lo que recuerda al precedente libio suscita cierta reserva» en otros países, explica un diplomático europeo de alto rango. «Por el momento evitamos toda referencia a la OTAN», añade. Tal evocación enfurecería aún más aún a Rusia, y en menor medida a China, que no dejan de repetir que la intervención en Libia violó la resolución de la ONU que se refería a la protección de civiles.
Según el diplomático europeo, ni siquiera se contempla la posibilidad de una zona de exclusión aérea «de momento». La oposición siria quiere que se establezcan «corredores humanitarios» cerca de la frontera turca, pero las discusiones sobre los modos de asegurarlos no avanzan.
Los expertos advierten sobre la complejidad de lanzar una operación armada. «Nos costó siete meses hacer caer a Gadafi. ¿Cuánto haría falta para Assad, que es más solido?», se pregunta un alto cargo europeo. «Siria no es Libia. Aunque sea geográficamente mayor, Libia es esencialmente un país vacío con una pequeña población y medios militares muy limitados», subraya Aram Nerguizian, del Centro de Estudiois Estratégicos e Internacionales (CSIS).
Pieza central del puzzle de Oriente Próximo, Siria está densamente poblada, con grandes centros urbanos, y posee un Ejército estimado de 300.000 hombres y armas, como misiles antiaéreos, capaces de complicar una campaña aérea. Pero los expertos temen sobre todo que una operación militar arrastre a toda la región a un conflicto internacionalizado con la implicación de Hezbollah, Rusia o Irán.
MOSCÚ ACUSA
El viceministro de Exteriores ruso, Sergei Riabkov, acusó ayer a los países occidentales, sin dar nombres, de alimentar el conflicto en Siria enviando armas a los insurgentes, así como de alentar a la oposición para que adopte una postura «inflexible».
La Asamblea General de la ONU celebrará el lunes una sesión especial sobre la situación en Siria, en la que participará la alta comisionada de Derechos Humanos y en la que varios países quieren presentar una nueva resolución de condena a Damasco.
La activista Razan Zeituneh de 34 años responsable de la red Comités de Coordinación Local, considera que, hoy por hoy, los países occidentales no están dispuestos a pagar un precio por apoyar a la revolución en su país. «Por eso, los gobiernos siguen con sus comunicados, pero no emprenden ninguna acción seria para meter una presión real sobre el régimen», señala. Para Zeituneh, distinguida con el último premio Sajarov del Parlamento Europeo, el conflicto abierto por Moscú al vetar una resolución de condena en el Consejo de Seguridad de la ONU «no es más que un juego de poder entre Occidente y Rusia, que no tiene nada que ver con nuestra lucha». En una entrevista concedida a Efe, estima que los países aliados de Damasco, como Rusia, China o Irán, son «dictaduras a las que lo único que les mueve son sus beneficios y sus intereses», mientras el resto de países «en realidad no son tan diferentes. En los últimos diez meses lo hemos visto, no me creo que no hayan sido capaces de hacer nada, ni siquiera de aprobar una condena en la ONU», critica. Zeituneh aboga por ser «realista» y asumir que serán los propios sirios quienes deberán sacar adelante su revolución, con medidas como el boicot a los productos de los empresarios fieles a Al Asad o la desobediencia civil. «Quien no está implicado todavía en la revolución, ya no lo hará directamente. Al contrario, si antes estaban asustados, ahora tendrán todavía más miedo», afirma, por lo que apuesta por implicar de forma indirecta a nuevos grupos, como estudiantes y amas de casa, que no se pondrían en peligro pero contribuirían a la revolución. GARA