Antonio ALVAREZ-SOLIS Periodista
Los progres
No hay tribu que me irrite tanto como la constituída por los «progres». Creo que los «progres» son responsables, al menos en buena parte, de la hibernación de todo espíritu de justicia revolucionaria. Un «progre» socialista, por supuesto, y meto ahí también a los comunistas «secundum modo», puede abrir una mortal vía de agua en el dispositivo antisistema.
Pensaba en ello mientras tomaba cuenta de la nómina progresista que se ha manifestado en Madrid a favor del juez Garzón. Sé que al juez Garzón le ha condenado una justicia en la que no puedo creer globalmente -y hago las necesarias excepciones- por su afección a la línea política que corresponda en un momento dado, pero lo cierto es que, aparte de su posible narcisismo, a considerar muy seriamente como inhabilitante para el ejercicio, ha inferido muy graves heridas a la moral pública. Su reiterada y olímpica resistencia a considerar los casos de tortura en el ámbito de los tribunales -de lo que han sufrido multitud de familias vascas- le inhabilita para ocupar cualquier estrado. A este respecto me sorprende su pertenencia al Comité contra la Tortura del Consejo de Europa. Un sarcasmo. No me vale que la progresía hable de la lucha antifranquista del juez. Es más, me repele que haya usado unos huesos para mí sagrados a fin de alzarse, pienso, una plataforma iluminada.
La memoria histórica exige más, mucho más que una excavación; demanda algo parecido a una causa general contra el franquismo que sigue operando contra miles de ciudadanos. Los «progres» han de ondear de otra forma la bandera tricolor.