Txisko Fernández Periodista
Nacionalismo español sin guiñoles
Más allá de que este tema se haya intentado usar como cortina de humo para esconder la gravedad de las últimas medidas adoptadas por el Gobierno español en materia de «regulación» de empleo, no hay que tomarse a broma las furibundas reacciones que tanto desde el poder hispánico como desde un amplio espectro mediático carpetovetónico han surgido en torno a las parodias sobre el dopaje en el deporte español realizadas por los guiñoles del Canal + francés.
Evidentemente, en el Reino de España hay gente que sabe tomarse con humor cualquier sátira, pero resulta llamativo que, en apenas unos días, desde los más serios conductores de programa de RNE hasta los más forofos comentaristas del «Marca» se hayan enfundado en el nacionalismo español más rancio para elevar a cuestión de Estado una simple parodia.
Y no hay que perder de vista que las casposas reacciones han alcanzando auténtico nivel diplomático, con los correspondientes embajadores del Reino, en París, y de la République, en Madrid, reclamando explicaciones el primero y, más que pidiendo disculpas, aprovechando para descalificar a sus compatriotas guiñoles el segundo.
Lo preocupante, a mi entender, es que el Gobierno español se sienta respaldado tanto por la «masa popular» como por gran parte de la «oposición progresista» para abanderar semejante contraofensiva.
Cuando la marca «España» se está hundiendo cual Titanic en el océano económico; cuando una de cada cuatro personas en edad activa se encuentra desempleada; cuando la tasa de paro juvenil ya va camino del 50%; cuando los barones y siervos del PSOE eligen como líder a quien ha encabezado los peores resultados electorales de su historia; cuando la izquierda federalista sigue naufragando en el mar de las calmas esperando la tormenta perfecta; cuando el movimiento del 15-M no ha levantado ni un solo adoquín, ni físico ni ideológico; cuando el calendario que rige la vida social es el de la liga de fútbol... no queda espacio para las bromas.
Por eso hay que tomarse muy en serio a estos voceros que convierten un chiste en una ofensa a su patria mientras observan como esta se va a pique mientras la orquesta toca su nuevo y flamante himno nacional: ¡Oé, oé, oé...!