Se están fraguando acuerdos realmente estratégicos que requieren de tacto y talento
Antes de reflexionar sobre algunas de las cuestiones estratégicas que marcan el momento político conviene apuntar que, igual que ha ocurrido con términos como «histórico», la palabra «estratégico» corre un serio peligro de perder valor. Por eso es necesario acotar qué se quiere decir cuando se dice estratégico. Y es que, en la medida en que esa palabra es utilizada como mantra para dar relevancia a las cuestiones que cada agente social intenta colocar en la agenda pública -es decir, tanto en la propia como en la de los demás-, resulta pertinente hacer un breve análisis sobre el tema.
Habitualmente se suele utilizar «estratégico» como sinónimo de «urgente», cuando en realidad su significado se acerca más a «importante». Sin embargo, rara vez lo que ocurre entre hoy y mañana es estratégico, de no ser la consecuencia última de un largo proceso. Dicho lo cual, no cabe duda de que, de igual modo que existen eventos o declaraciones históricas, fruto de una constante y concienzuda labor de años, también existen cuestiones realmente estratégicas, temas que son vitales para todo tipo de organismos. También para los pueblos. Es evidente que Euskal Herria vive un momento histórico y que los debates que se perfilan ahora son estratégicos. Ahora bien, ¿cuáles y en qué sentido?
Demasiado a menudo se intenta zanjar una discrepancia con el argumento de que lo defendido por uno es «estratégico», como si eso rebajara los argumentos del contrario a la categoría de anecdótico. Que un tema sea estratégico no quiere decir que la postura que adopte alguien concreto sobre ese tema también lo sea. Existen posiciones peregrinas o interesadas sobre temas estratégicos. Por poner un ejemplo, las infraestructuras son estratégicas, son uno de los mecanismos básicos que las instituciones tienen para dinamizar una sociedad y ofrecer servicios a la misma; pero eso no quiere decir que cualquier infraestructura sea estratégica. Asimismo, la fiscalidad es sin duda estratégica para salvaguardar un modelo de sociedad que tenga la equidad por principio, pero no todas las posturas que se defienden en ese ámbito son estratégicas, no al menos en su acepción positiva. En este sentido, una visión estratégica sobre fiscalidad requiere tanto ver cómo, cuánto y de quién se recauda como dónde se invierte lo recaudado. Se pueden subir impuestos de manera progresiva e invertirlos con perspectiva equitativa o todo lo contrario. Lo mismo ocurre con los recortes: dada la misma cifra en dos instituciones, lo relevante es en qué se recorta en cada una de ellas. La demagogia atenta contra lo estratégico.
La cuestión socioeconómica es estratégica
No cabe duda de que, en este contexto de crisis, con la falta de soberanía que acompaña a los pueblos sin estado, y asociados a un Estado de facto intervenido y con una clara tendencia a la decadencia, los debates socioeconómicos tienen una importancia crucial para la ciudadanía vasca. Su futuro está en cuestión.
En ese terreno, la reforma laboral aprobada por el Gobierno de Rajoy bajo la supervisión de los países fuertes de la eurozona, los auspicios de los organismos financieros mundiales y el acecho de los mercados es un nuevo ataque contra los derechos de los trabajadores, además de una nefasta política que solo logrará que las personas que pierdan su empleo en adelante lo hagan en aún peores condiciones, no que no lo pierdan. Los mencionados recortes son otra cara de esa misma moneda, por lo que las manifestaciones convocada ayer por los partidos abertzales de iz quierda resultan coherentes y necesarias.
Sin olvidar que muchas de las políticas que están llevando a cabo las instituciones vascas siguen la misma línea marcada por Madrid, lo cierto es que la falta de soberanía se está convirtiendo en una losa, tanto para la economía vasca como para sus sujetos, trabajadores y empresarios. Las razones para la independencia cada vez son más evidentes y plurales.
Un «frente amplio» con perspectiva de futuro
En su vertiente más política las movilizaciones realizadas ayer por Eusko Alkartasuna, la izquierda abertzale, Aralar y Alternatiba tienen un profundo sentido estratégico en clave de país. Más allá de los pasos dados en relación al proceso, sobre todo en el marco del Acuerdo de Gernika, el de ayer es el primer acto conjunto de las fuerzas políticas que el pasado noviembre se presentaron a las elecciones a Madrid unidas bajo la bandera de Amaiur, las fuerzas que conforman lo que hace no tanto se denominaba «polo soberanista». Se trata por lo tanto del primer acto no electoral y no ligado directamente con el proceso en el que las fuerzas soberanistas y de izquierda de Hego Euskal Herria confluyen.
Además, existe sobre la mesa una propuesta firme para que la alianza sea nacional. Ese frente amplio es a la vez urgente y estratégico. Las bases ideológicas para el acuerdo están puestas, las condiciones políticas también. Ahora toca gestionarlo con tacto y talento. Responde a una demanda social y todos deben estar a la altura del momento y de su responsabilidad. Es, en este caso sí, estratégico.