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Crónica | Protestas sociales en Madrid

La policía española blinda el metro frente a la iniciativa «yo no pago»

Miércoles, 1 de febrero. estación de metro de la Puerta del Sol. Un total de 15 furgonetas de la Policía española blindan los accesos al suburbano. En el interior, varias decenas de uniformados cierran el paso y exigen el abono antes de poder acercarse a los vagones. La iniciativa «yo no pago» ha provocado una nueva exhibición de los antidisturbios.

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La misma escena se repite con cada convocatoria de la iniciativa «Yo no pago», un movimiento que promueve el «simpa» en el transporte público como acción de desobediencia civil. Las primeras convocatorias surgieron como respuesta a una insultante campaña de marketing en la que la dirección del metro jugaba con las cifras de tarifas y servicios para justificar un incremento del precio del billete. Pero esta historia no va sobre el euro y medio que cuesta un ticket sencillo. De lo que hablan los manifestantes es acerca de quién se beneficia de la crisis y sobre qué bolsillos recae la carga. La desmesurada reacción de los agentes, con varias cargas en su hoja de servicios y un saldo de al menos una decena de detenidos, evidencia también cuál será la respuesta en el Estado español ante el incremento del descontento social.

«No estamos dispuestos a pagar su crisis. Mediante esta protesta queremos promover las acciones de desobediencia civil», explica Iván, uno de los jóvenes que muestra pancartas con el lema «Yo no pago». El centenar de personas que ha respondido a la convoctaria, la mayoría de ellos jóvenes, tiene poco que hacer frente a una muralla azul. Primero, los agentes forman una barrera que cierra el paso y no permite acercarse a las máquinas que controlan el acceso al metro. Únicamente mostrando el ticket puede cruzarse a través de los antidisturbios. El resto, sigue rodeado.

Evitar que decenas de personas se cuelen no contenta a los antidisturbios, que empujan y provocan a alguno de los manifestantes. Uno se lleva un puñetazo en el pecho. De regalo, le piden el DNI. Iván, que inicia el coro con un insistente «vuestra crisis no la pagamos» termina contra la pared. Cacheo y vuelta a su puesto, a desgañitarse con consignas. «Mi abono que lo pague Urdangarín» es el más coreado. A su lado, en volandas, un hombre de mediana edad se convierte en el primero de los arrestos de la jornada.

Alberto PRADILLA

«La multa por colarse en el metro es de 300 euros. A nosotros, en cambio, nos detienen», lamenta una joven. En principio, ni los guardias de seguridad tienen derecho a tocar a los participantes en la protesta ni la ilegalidad se comete hasta que no te han solicitado el billete en el interior del metro. Por eso mandan a los antidisturbios, quizás temerosos de que se generalice el «simpa» como reivindicación.

Copyleft griego

La iniciativa lleva el copyleft griego. Allí, un movimiento denominado «Den Plirono» multiplicó el número de personas que, ante los graves recortes, optaron por no pagar metro, autobús o autopistas. En Madrid, la experiencia helena prendió tras una campaña publicitaria que justificaba el incremento de la tarifa bajo el lema «Más por menos». Los encargados de vender la subida de precio trataron de convencer a los usuarios de que, a pesar de todo, esta es una tarifa baja en comparación con otras capitales internacionales. Claro, que pasaron por alto que el salario mínimo interprofesional de París o Berlín multiplica al del Estado español. Así que, gracias a los siempre rebeldes rotuladores, los paneles se convirtieron en dedos que señalaban las desigualdades sociales. La indignación ante las falacias no solo ha llegado de la mano de los viajeros. Incluso Autocontrol, una agencia que regula la publicidad, calificó de «engañosa» la campaña.

Tampoco se puede olvidar que la publicidad acompaña a una subida de 50 céntimos del billete secillo decretada hace seis meses. Ni que con los ultraliberales gobiernos de Esperanza Aguirre y Ana Botella, los rumores sobre una posible privatización del suburbano no han dejado de extenderse.

En este contexto, «Yo no pago» ha irrumpido como otra de las múltiples ramificaciones surgidas tras el proceso de ebullición social iniciado en el Estado español tras el 15M. Tomás, otro de los manifestantes, asegura que no existen portavoces, tampoco una organización más allá de las convocatorias. Su página en Facebook, que ya cuenta con más de 13.000 seguidores, es su principal altavoz. Y ya tiene un nuevo reto: el próximo 14 de febrero está convocada una performance bajo el lema «Occupy Ibex35». El escenario: la bolsa española. Seguro que tampoco les ponen fácil colarse.

 

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