Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Berlín, liebe Berlinale
Cuando se visita una ciudad por primera vez, la mezcla de sensaciones suele hacerse incontenible. Nos fijamos en las gentes que en ella habitan o que están de paso, en sus edificios, en lo que comen y beben, en la música que escuchan... Pero, a veces, algunas urbes nos hablan incluso de aquello que no vemos. Y aquí, se siente de cerca que hace poco hubo una guerra y que la ciudad aun sigue en reconstrucción. Berlín es multiculturalidad, austeridad, algunas caras amigas, y avenidas que aún se llaman Karl Marx. Berlín en invierno es caminar por senderos marcados en la nieve, bullicio, el recuerdo de la estela dejada por una amiga querida, besos robados al frío, resbalones en la nieve... Esta es una ciudad donde aún quedan cines maravillosos como el Kino, carteles pintados y pasión por el cine. Una pasión que se revela distinta y curiosa: esta es austera y valiente, con una mirada que se atreve con un festival abierto, arriesgado y comprometido.
Una Berlinale en la que películas como «Barbara», de Christian Petzol, nos llevan de viaje a una Alemania que regresa a su pasado más reciente para hacer cuentas con su historia. Una historia creada con una red de pequeños y grandes relatos de amor, de solidaridad... Pero al mismo tiempo la Berlinale es descaro, reírse de aquello que nos causa dolor y malestar. Dicen que no hay nada mejor que hacer mofa de aquello que nos preocupada, de aquello que se idealiza, de los poderosos. Quizá por eso la Berlinale le saca la lengua al cine proyectando la parodia «Iron Sky», de Timo Vuorensola, una cinta de ciencia ficción sobre las intenciones de una colonia nazi en Marte y que seguro creará su propia legión de seguidores...